Honduras

Restauradores son los guardianes del pasado en Comayagüela

Respetar los orígenes de las obras y estar en continua investigación de la historia son dos requisitos que deben cumplir los expertos que le devuelven su belleza a importantes piezas que son patrimonio de Honduras

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18.05.2018

Comayagüela, Honduras
“¡Mi muy adorada hermana! Te escribo para decirte que te envío..., José del Valle”.

Invaluables fragmentos como el anterior, escrito de puño y letra del redactor del Acta de Independencia, José Cecilio del Valle, han pasado por las manos de César Romero.

Más de un centenar de misivas que forman parte de la correspondencia personal que el prócer mantuvo en vida con familiares, amigos e ilustres personajes, fueron restauradas por este profesional que labora en el Taller de Restauración de Cerámica y Papel del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), donde tiene la responsabilidad de velar por la protección y conservación de los bienes del patrimonio documental.

Especializado en Costa Rica, desde hace 31 años labora en el taller y ha rescatado más de 6,000 obras, entre documentos, dibujos, libros y otros escritos.

“El taller nació como una iniciativa de conservar y restaurar la colección de dibujos del artista Pablo Zelaya Sierra, pero en esta loable labor también he tenido el honor de restaurar cartas escritas por Morazán”, afirmó con orgullo.

Romero define la restauración de documentos como una labor delicada y compleja, que se vuelve una pasión exquisita que deja muchas satisfacciones; una vez que una obra es devuelta a la vida, no importa el tiempo empleado o la inversión monetaria, que de hecho es onerosa, ya que la mayoría de los materiales se solicitan en el extranjero.

Se puede asegurar que la restauración en su despliegue de áreas -pintura, escultura, papel, cerámica, piedra y metal- no dispone de muchos profesionales en Honduras. Por ejemplo, en lo concerniente a patrimonio documental, aparte de César Romero está Martha Aceituno, quien labora para la Biblioteca Nacional de Honduras Juan Ramón Molina (Binah).

Los talleres de restauración existentes se pueden contar con los dedos, solo hay cuatro entre la capital, Comayagua y Omoa.

El pionero
En este campo de la restauración, el pionero en Honduras es Miguel Antonio Rodríguez, que en 1966, en la denominada flor de la juventud, despertó en él un profundo interés por la conservación y restauración del patrimonio cultural mueble de Honduras.

En esa época ya había gente que se dedicaba a devolverle su esplendor a piezas escultóricas y pictóricas, pero trabajaban de manera empírica.

Pero el joven, en ese entonces estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), observaba cómo en lugar de recuperar las obras, estas perdían su estética.

Fue en ese entonces que el retratista Mario Castillo y el muralista Arturo López Rodezno pensaron que debía existir una beca especializada a nivel técnico y profesional en restauración.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) vino a ser la solución al otorgar una beca por dos años en Costa Rica y el favorecido fue el alumno originario de la ciudad de las colinas, Danlí.

Convertido en un profesional de la preservación de bienes culturales, a Rodríguez se le contrata para crear el Taller de Restauración de Material Arqueológico del IHAH.

“Esto fue en 1970 cuando se realizaban excavaciones en varias partes del país. Antes era un trabajo que realizaban los arqueólogos, pero no se realizaba bien, pues una cosa es ser arqueólogo y otra un restaurador”, opinó.

En 1973, el docente que en la actualidad imparte la clase de Restauración de las carreras de Magisterio y Bachillerato en Artes Plásticas de la ENBA fungió como director interino del IHAH. Al estar en esta institución se preocupó por mejorar los proyectos de restauración y porque se creara uno de protección del patrimonio, ya que en ese entonces había mucha fuga de bienes y saqueo de piezas coloniales en la iglesias.

El sueño de una ley se hizo realidad en 1984, para lograrlo a los diputados de aquel entonces se les impartió un seminario, pues desconocían en qué consistía la protección de bienes culturales.

Manos restauradoras
En este campo también figura Lila Castellón, maestra en Artes Plásticas y licenciada en Lenguas Extrajeras. Su campo es la restauración de cerámica colonial. Sin hacer a un lado la invaluable labor de Ana María Carías, ya jubilada y recordada por la restauración del colmillo de mastodonte encontrado en las cercanías de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en junio de 2011.

Entre el legado de restauración en el que Castellón ha participado está la culminación del “Proyecto de rescate arqueológico e hidroeléctrico Patuca III”, donde se rescataron 13 piezas de cerámica.

Asimismo, ha estado presente en los programas de Kao Kamasa (Ciudad Blanca), entre otros.

Al importante trabajo de estas mujeres se suma el que realizan los expertos del Taller de Restauración José Miguel Gómez, que funciona desde 1990 y que es parte de la Fundación para el Museo del Hombre Hondureño (FMHH).

Héctor Gómez, César Romero y Emerson Valle se han encargado de devolverle su belleza a importantes piezas de arte colonial, así como a pinturas de grandes maestros de la plástica.

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