Sabía que tenía VIH, vendía su sangre y contagió a 13 personas: el controversial caso de Arrázola
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En 1993 en Palermo, Bogotá, Colombia, un estremecedor caso acaparó los titulares del periódico El Tiempo: a una clínica famosa la señalaban por la muerte de una bebé que se había infectado de VIH. Luego, poco a poco, se descubrió toda la verdad.
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La víctima fue la bebé Laura Espinel Leal. Diario El Tiempo se encargó de ahondar en su historia, pues no había explicación médica o científica que explicara cómo una niña de dos años se había infectado de esa enfermedad.
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La niña murió el 21 de mayo de ese año y desde esa fecha su familia emprendió una lucha que terminó arrojando datos estremecedores. En 2023, Diario El Tiempo, en su versión digital, hizo un recuento del caso.
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Tras dar pie a una investigación que quedó en manos de los fiscales Gregorio Oviedo, Dudley Osorio y Humberto Vaca Méndez, saltó a la palestra pública el nombre de Luis Ernesto Arrázola.
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¿Quién era él? Según señala Diario El Tiempo, Arrázola era parte de una familia barranquillera adinerada, pero él se desempeñaba como marinero mercante y cuando volvía a Bogotá sobrevivía vendiendo sangre al bacteriólogo Alvarado Domínguez.
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Este hombre acudía de forma recurrente a donar sangre al Laboratorio Clínico y Banco de Sangre Alvarado Domínguez, uno de los más reputados en ese entonces en Colombia, y también a la Clínica Palermo. La conexión con la menor terminó siendo horrenda.
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Como el caso acaparó los medios, las personas iban al lugar a preguntar si ellos estaban en la lista de contagiados de VIH, pues las investigaciones de Osorio, Vaca y Oviedo decían que al menos otras 12 personas contagiadas de VIH se sumaban al caso de la niña Laura.
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Ahora que se tenían esos datos la tarea era hallar a Luis Ernesto, quien al parecer había perdido contacto con sus padres. Él, por su parte, había abandonado a su familia, compuesta por su esposa y cinco hijos.
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Como las autoridades emprendieron su búsqueda implacable durante 20 días, el padre de Luis Ernesto Arrázola le informó a la Fiscalía que su hijo se entregaría a la justicia.
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Después de que se entregara y lo detuvieran, Diario El Tiempo estableció que Arrázola se había definido como un hombre promiscuo y adicto a sustancias como la cocaína, el opio y la marihuana.
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Además él sabía que portaba el virus desde 1989 y aún así vendía frecuentemente su sangre en el laboratorio Alvarado Domínguez.
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Fue el 15 de marzo de 1995 que el Tribunal Superior de Bogotá condenó a 11 años y medio de prisión a Jorge Alvarado Domínguez, propietario del Laboratorio Alvarado, y a Luis Ernesto Arrázola, como los dos principales implicados en la muerte de varias personas, entre ellas la niña Laura.
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Para la familia de la pequeña Laura, la falla de Alvarado Domínguez fue confiarse de los donantes y no hacer pruebas a las sangres para verificar si tenían alguna contaminación.
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“La irresponsabilidad fue extrema. Él estaba asumiendo un riesgo. Él sabía que al no hacerle la prueba a la sangre podría estar utilizando sangre contaminada y estaba consciente del riesgo. Arrázola también aceptó que sabía que tenía VIH, pero con tantas donaciones estaba confiado, pues el laboratorio nunca le dijo nada”, dijo el fiscal Oviedo.
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