La señora de casi 60 años cuidó una pensión en la que albergaba más de 7 cuerpos enterrados en el jardín, conozca la historia de Dorothea Puente, una dulce señora que terminó siendo una asesina serial en Sacramento, California.
La mujer de 59 años que mató a nueve personas y las enterró en su patio de su casa, que fue conocida como la “casa de la muerte”.
Durante seis años, ella se dedicó a engañar a los miembros de las familias de los huéspedes de su casa, a los trabajadores sociales que hacían seguimiento y hasta a los investigadores.
Dorothea se casó por primera vez a los 16 años con un soldado llamado Fred McCall en Nevada y firmó su acta de matrimonio con su primer nombre falso: Shell Arise.
La pareja tuvo dos hijas, una de ellas fue enviada con la madre de Fred y la otra fue dada en adopción, dado que Dorothea no quería hacerse cargo de esta responsabilidad.
Fue hasta 1948 que dieron por terminada su relación, hecho que le causó tanta repulsión a la mujer que le dijo a todos su conocidos que su exesposo había muerto días atrás.
Desde allí empezaron sus problemas con la justicia, pues ese año usó cheques falsos para comprar ropa, lo que le causó su primer arresto, del que resultó libre por tratarse de un delito menor.
Luego de un segundo matrimonio fallido, se casó con Roberto Puente, diecinueve años más joven que ella, y del que tomó su apellido en Ciudad de México. No obstante, de este personaje se divorció dos años después.
Con un dinero que le proporcionó el gobierno, Dorothea abrió la pensión Los Samaritanos, en la cual pretendía explotar a la población de ancianos, enfermos y alcohólicos de Estados Unidos. Su casa contaba con tres plantas y dieciséis habitaciones y se ubicaba en la calle 2100 F, de Sacramento.
Según la denuncia, todos los residentes tenían que firmar sus cheques de asistencia a nombre de ella. Como si aquello no fuera suficiente, utilizó su físico y personalidad para conquistar a hombres que luego estafaba.
Después de varias denuncias, ella fue acusada de 34 delitos de fraude y, tras dos años y medio de condena, fue puesta en libertad condicional.
Tras retornar de su condena, la mujer empezó a relacionarse con los trabajadores sociales, con el fin de tenerlos de su lado. Ingresó a la política y se mostraba como una persona impecable mientras entretenía a sus amigos en las noches cuando iba a los bares.
Las muertes dieron inicio en 1982 con Ruth Monroe, una amiga de Dorothea, quien en abril falleció por sobredosis de codeína y paracetamol. El estado de Ruth se empezó a deteriorar a la semana siguiente de haber llegado a la pensión, pues su cuidadora le daba té de menta envenado.
Como toda una maestra del engaño, la policía le creyó a Puente cuando alegó que Ruth padecía de depresión por la enfermedad terminal de su marido. Nadie puso en duda su versión y lo trataron como un suicidio.
Como Ruth, Dorothy Miller, de 64 años, también falleció en manos de la mujer con la excusa de una sobredosis de alcohol. De ahí siguieron Benjamin Fink, de 55 años, por la misma razón, y Betty Palmer, de 78 años.
A pesar de que todos morían a su cargo la anciana logró esquivar las acusaciones. Pero en 1988, cuando los vecinos del sector empezaron a alertar acerca del olor que afloraba de la pensión que el horror comenzó.. Aunque la anciana siempre lo justificaba con un hedor de las cañerías. Y, aunque la mujer tapó el piso del jardín con cemento y luego mató a quien le había hecho el trabajo, la verdad siempre salió a la luz. La mañana del 11 de noviembre, el detective John Cabrera y otros policías inspeccionaron la pensión. Mientras que en el interior no encontraron nada, en el exterior se percataron de que la tierra estaba removida, cavaron y encontraron restos de cuerpos.