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Se apagó la voz de la chamana que revolucionó la ranchera

La cantante, nacida en Costa Rica pero mexicana por adopción, había pedido que no le aplicarán procedimientos, como maniobras de resucitación o uso de respiradores, que prolongaran su vida.

05.08.2012

Vivió como ella quiso y se fue de la misma forma.

Se apagó la voz de la chamana, la rebelde, “la llorona”, la que desafió los estereotipos de género en la música ranchera mexicana. Chavela Vargas, la cantante mexicana, de origen costarricense, falleció ayer los 93 años dejando un enorme legado al mundo de la música, la cultura y el cine.

Murió a causa de un paro respiratorio en un hospital de la ciudad de Cuernavaca, donde estaba interna desde hace una semana, informó su representante y amiga, María Cortina.

“Chavela murió y se fue con mucha paz. Nunca se quejó”, dijo Cortina a la prensa.

“Silencio, silencio: a partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas... Se ha ido la gran dama Chavela Vargas”, este mensaje en la red social Twitter despedía a la intérprete que en más de una ocasión aseguró que estaba en paz con la vida. “No le debo nada, ni me debe nada.

Estamos muy bien”. Pero Chavela no falleció, simplemente se fue... “No moriré porque soy una chamana, nosotros trascendemos”, eso dijo el sábado, un día antes del desenlace.

Vargas revolucionó la escena musical cantando temas de amor, en ocasiones dirigidos a otras mujeres, con su voz ronca y potente y luciendo siempre vestimenta de hombre.

Nacida en San Joaquín de Flores, Costa Rica, el 17 de abril de 1919, y radicada en México desde su adolescencia, comenzó a desarrollar su pasión por la música cantando en las calles a los 14 años. En 1960, cuando ya tenía 41 años, empezó a hacerlo de manera profesional.

En aquella época irrumpió en cantinas y bares mexicanos cantando con una pistola al cinto y una botella de tequila en la mano. Así se perdió en el alcohol, hasta que ella misma se dio cuenta que era una especie de sombra y decidió nunca más beber y retomó de nuevo su carrera hasta ayer.

Muchos reprobaron su conducta, pero otros la veneraron como la mujer que se atrevió a desafiar la cultura machista mexicana. Polémica por naturaleza, Vargas no escatimaba en hablar sobre las críticas que le rodearon, muchas de ellas en torno a su homosexualidad, que hizo pública en su autobiografía “Y si quieres saber de mi pasado”, publicada en 2002.

“Lo que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera la peste. Hace falta tener mucha ponzoña en el alma para lanzar cuchillos sobre una persona, sólo porque sea de tal o cual modo”, escribió Vargas.

La intérprete convirtió en clásicos sus versiones de rancheras como “Un mundo raro”, “La Llorona” y “Paloma negra”, y construyó una vida de leyenda por su relación con el alcohol, su homosexualidad y su amistad con algunas de las figuras relevantes de la cultura mexicana del siglo XX, como los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera.

Además de Kahlo y Rivera, el círculo de amistades de la cantante incluyó a figuras como el compositor mexicano Agustín Lara, la actriz estadounidense Ava Gardner, el poeta chileno Pablo Neruda y el cantautor mexicano José Alfredo Jiménez, cuyos temas interpretaba con pasión total.

Con 80 discos grabados, la intérprete de “La Llorona” y “Macorina” hizo resonar siete de sus temas en “Soy Frida, soy libre”, un monólogo sobre la pintora mexicana en el que sus canciones sirvieron como puente entre cada uno de los actos.

Trascendió los escenarios y empapó a nuevas generaciones, que se mostraban asombradas de su lucidez en un hecho que abordaba con su pícaro sentido del humor.

“Me da gusto ver que la juventud tenga esas agallas de preguntarme a mí, Chavela Vargas, cuántos años tengo”, expresó. “Noventa y tres años, ¡eh! ¿Qué tal? Hoy ya no se festejan, es de atrás hacia adelante”.

“La chamana” nunca se dejó intimidar por la muerte, a la que imaginaba “bellísima, como un descanso”. Pedía que al morir la recordaran “como una vieja loca que se tomó 40 botellas de tequila”.

Fue venerada por figuras como el escritor mexicano Carlos Monsiváis, la cantante mexicana Lila Downs y el cineasta español Pedro Almodóvar, quien utilizó temas de la cantante en películas como “Tacones lejanos”, y en 2002 Vargas apareció en la cinta “Frida”, protagonizada por Salma Hayek bajo la dirección de Julie Taymor, en la que ofrecía una desgarradora interpretación de “La Llorona”.

Genio y figura

Reconocida por su firme carácter, dijo no haber sentido miedo durante su prolífica carrera.

“Chavela era como los toreros, siempre se despedía y siempre regresaba. No se le dio la gana morirse en su último viaje a España, cuando el 12 de julio fue ingresada en el hospital por agotamiento”, escribió en su blog Salvador Camarena en 20minutos.es.

Y es que España la vio cantar por última vez y se quedó esperando su regreso.

Aunque no era partidaria de los homenajes, fue reconocida en múltiples ocasiones. En 2000 el gobierno español le otorgó la Gran Cruz de Isabel La Católica. Y en 2007 sus aportes a la música fueron reconocidos por la Academia Latina de Grabación, que le otorgó el premio a la Excelencia Musical.

La despedida

“Aquí termina mi historia que comenzó de la nada, dame la mano ‘LLORONA’, que vengo muy lastimada”, este fue el último mensaje de la cantante.

Los Macorinos, dos guitarristas muy queridos de Vargas, fueron los últimos en visitarla, ella les sonrió y a ellos les invadió una infinita tristeza.

“Nosotros fuimos músicos de ella en sus espectáculos. Sólo pudimos hablarle en voz baja; pero ella movía sus ojos hacia un lado para decir que sí y hacia el otro para decir que no, sé que sabía que estábamos con ella”, dijo Miguel Peña.

A la 1:10 de la tarde, hora de México, su biógrafa María Cortina acompañada con su hija y llorando tranquila les comunicó a los medios la terrible noticia. “Chavela se fue con Dios un poquito antes de la una de la tarde, sufrió un paro respiratorio que cegó su existencia”.

El féretro de la cantante será trasladado a la Plaza Garibaldi, donde se reúnen a diario los mariachis, para rendirle un homenaje en el que participarán además la cantante Eugenia León y los guitarristas de Vargas, Juan Carlos “Che” Allende y los “macorinos”.

Después, sus restos serán trasladados al Teatro de Bellas Artes de la capital mexicana, donde sus compatriotas de adopción (San Joaquín de Flores, Costa Rica) podrán rendirle un último tributo.

Luego será incinerada y sus cenizas serán esparcidas en el cerro del Chalchi, frente al que ella tenía su casa en la ciudad de Tepoztlán, estado de Morelos en México.

La “dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena”, como la describió el cantautor Joaquín Sabina, su “cuatacho”, en la canción “Por el bulevar de los sueños rotos”, ya no pisará más un escenario, pero su voz rota seguirá rasgando el alma de quienes la admiraron y respetaron.

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