Siempre

Los 17 cuentos perversos de Lety Elvir

Esta semana reseñamos “Sublimes y perversos”, una colección de relatos irónicos, rebeldes, escritos desde una voz feminista

06.01.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Los 17 cuentos de este libro pretenden ser, como su título, “Sublimes y perversos” (Litografía López, 2005). Desafortunadamente para Lety Elvir, la autora, y para sus autoflagelados lectores, ninguno de ellos es sublime, aunque algunos tienen una ingenua perversión que casi siempre acaba en un alegato feminista.

El primero de estos alegatos podría figurar en el menú de un restaurante. Se llama “Alitas de pollo”. Está hecho en segunda persona y cuenta la difícil situación de una mujer que se despide de su amante mientras la acosa un tipo y recibe una llamada de su pareja. Nada más. Realmente no es un cuento, es una anécdota trunca. Su mayor logro literario es la sorprendente metáfora “bicho hablador” (p. 22) para referirse a un celular.

Lo revolucionario
Lo mejor de este libro son los epígrafes que tiene, como las citas de Edward Said y Lewis Carroll que introducen “Alicia en el país de los tucanes”.

Lo parece, pero la perversión de un título clásico no es lo peor de este relato. Elvir realmente se esfuerza. Aquí cuenta la historia de una joven de izquierda que se acuesta con el líder de una célula revolucionaria que antes se había acostado con su tía. Resumido así parece una telenovela interesante.

Pero la autora salva lo que podría ser un hiato en su narrativa creando una identificación descabellada (ojalá fuera humorística) entre los tucanes y los hombres. En “La ballena verde” se mezcla la devastación que dejó el Mitch con la nostalgia por la infancia en un vecindario pobre.

Es más un recuerdo que un cuento. Narra la difícil relación entre la protagonista y su madre, y cómo la “heroína” se encariñó con las vecinas que la expusieron a expresiones maravillosas como “hacer los perritos”. A pesar de esto, lo que más sorprende aquí es el innovador uso de la interjección “ay” en lugar del adverbio “ahí”: “Ay sigue el Vinicio dando vía” (p. 42), por ejemplo.

Pasajes íntimos
Una especie de actualización de la historia de Lamec, descendiente de Caín y primer polígamo bíblico, se desarrolla en “ Carta a Lamec”. El mito se imbrica con las vivencias de una mujer contemporánea que asume el nombre de Zila, segunda esposa del “desgraciado” Lamec.

Como otros textos del libro, tiene referencias a la cultura patriarcal, la filosofía y la música. Estas pretensiones didácticas no vuelven del todo insoportable el cuento. Lo verdaderamente difícil de leer son los pasajes tan íntimos y gratuitos que sólo la autora sabe qué significan. Hay que reconocer que el cuento “A las niñas y a los niños se les cumple las promesas” sí tiene algo de sublime.

Este título es una mezcla de lenguaje inclusivo y un galimatías gramatical pocas veces visto en la literatura. El más experimental de estos relatos, sin embargo, es “Diario de guerra: el diario de Rebeca”.

El martilleo voluntario de la palabra “diario” en el título define su naturaleza, pero no agota la colección de dislates que contiene. Es sobre todo el conteo de los ligues (lésbicos a veces) de la protagonista y bien puede resumirse con este estribillo: “…hace el amor como una estrella” (p. 74). Su parte más escabrosa y “feminista” está en la página 77: “(Rey) chupó mis genitales y absorbió todo el semen de Alejandro”. Juzgue el lector (y la lectora) la estética de este libro.

Foto: El Heraldo

Además de estos cuentos, Lety Elvir ha publicado dos libros de poemas: “Luna que no cesa” (1998) y “Mujer entre perro y lobo” (2001).