En los mitos griegos Ariadna, hija del rey Minos, es quien junto al héroe Teseo ideó la forma de salir de un laberinto donde habitaba un ser monstruoso, el Minotauro.
A través de este hilo Teseo pudo regresar victorioso y vencer al Minotauro, símbolo de sus debilidades y de su propia ignorancia, conquistando así la luz de la sabiduría.
El hilo de Ariadna es símbolo del lazo que une las cosas, aquello que vincula nuestro pasado con el presente, al Hombre Exterior con el Hombre Interior, a lo eterno con lo pasajero. Es la riqueza de la experiencia.
Desde el año 2002, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura) ha establecido que el tercer jueves de noviembre de cada año se celebre el Día Mundial de la Filosofía, promoviendo en todo el mundo el interés por una actividad que históricamente se encuentra en el núcleo de todos los avances civilizatorios de la humanidad.
El gran laberinto de la existencia se desconfigura, se simplifica y muestra sus senderos gracias al hilo de la filosofía reflexionando sobre grandes preguntas: ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo podemos discernir lo que está bien?¿Qué es lo verdadero?¿Cómo lograr la autorrealización?... Platón, Sócrates, Aristóteles, Confucio y los estoicos nos guían para hacer frente al Minotauro que habita en nuestro laberinto.
¿QUÉ ES? La filosofía es el amor a la sabiduría. El ser humano es un filósofo por naturaleza. Unos piensan que la sabiduría que tienen es suficiente, otros se dan cuenta de que es insuficiente, que cuando más saben, más queda por aprender. Sócrates decía: “Solo sé que no sé nada”.
Sócrates definió la sabiduría como “el arte de discernir los bienes de los males”. He aquí uno de los grandes dilemas que la filosofía intenta responder: ¿Cómo podemos vivir según el bien? El ser humano está dotado de libertad, lo que le confiere la responsabilidad de dirigir su vida hacia el bien.
Sócrates afirma que el hombre que actúa se propone siempre alcanzar algo que considera como bueno. El mal viene cuando el hombre se equivoca con lo que está bien o no. Tomar un falso bien por uno verdadero es lo que pone en manifiesto la ignorancia del ser humano.
Platón solía decir: “El mundo visible es la sombra pálida de la realidad que hay más allá” Para los budistas la ilusión de los sentidos es la causa de la ignorancia. Ella impide una buena percepción de la realidad, porque solo percibimos lo que responde a nuestro deseo, esto reduce considerablemente nuestro campo de visión.
En “El mito de la caverna”, Platón describe a los prisioneros como encadenados, viendo hacia una muralla donde contemplan las sombras de los objetos que están detrás de ellos proyectadas por un gran fuego. Como no pueden girar la cabeza, solo pueden percibir esas sombras y las toman como realidad. Pero un prisionero sale de la caverna y descubre la realidad verdadera, los valores universales y las ideas eternas que han iluminado a todos los sabios y a todas las civilizaciones. Salir de la caverna es liberar nuestro pensamiento de los sentidos: es el arte de pensar como filósofos.
La filosofía invita a pensar por nosotros mismo y abandonar la opinión. El ejercicio del pensamiento filosófico es al mismo tiempo un ejercicio de la formación de nuestro yo. Para que el alma pueda conocer, debe ser pura. Esforzarse en pensar justamente, estar dispuestos a abandonar una opinión que no descubrimos que es falsa o incompleta, es abrirse al discernimiento es percibir la verdad. Tal ejercicio purifica el alma porque aprende a preferir la verdad y a estar dispuesto a intentar un nuevo punto de vista.
La filosofía es el arte de la verdadera felicidad. Casi todo lo que vivimos no es duradero y este aspecto efímero de la existencia engendra el sufrimiento. Para alcanzar la felicidad, los estoicos enseñan, no hace falta desear cosas que no dependen de nosotros, porque en ese caso nuestra felicidad dependería de nuestras circunstancias.
Lo que nos convierte en personas siempre felices, y de lo cual nadie nos puede privar, son nuestras bellas acciones, el carácter noble de nuestros pensamientos y nuestras virtudes.
¿QUÉ ES LA SABIDURÍA? “Es conocer al hombre”, Confucio. La filosofía occidental nos recuerda la máxima de Sócrates: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo”. A los ojos de los filósofos clásicos el hombre es un pequeño universo, un microcosmos. Todas las tradiciones entienden que el hombre es un conjunto de dos naturalezas opuestas que hay que armonizar. El alma, nuestra individualidad verdadera, nuestro yo superior e inmortal, y lo que llamamos cuerpo.
Los filósofos clásicos coinciden en que la existencia tiene un sentido y una finalidad. Según Aristóteles, cada ser está determinado a realizar una acción para la cual está preparado. Para los orientales, cada ser humano posee una ley de acción personal que debe descubrir e intentar realizar.
Para la filosofía occidental, el hombre es portador de una excelencia que hace de él un ser único y las situaciones que experimenta tienen como finalidad permitirle actualizar ese potencial. El transcurso natural de la existencia y la filosofía le permite conocerse mejor y comprender por qué le ocurren las cosas que le pasan.
Para la filosofía oriental ser libre es ante todo liberarse de las pasiones que nos encadenan a los objetos de deseo. La pasión, del griego ??pathos”, es un estremecimiento del alma opuesto a la razón. Este arranque violento nos aparta de nuestro equilibrio natural. Bien lo dijo Buda: “De las pasiones surge la preocupación; y de las pasiones surge el temor; pero liberándonos de la pasiones no conocemos ni dolor ni miedo.” El alma libre no teme a nada, no le entristece nada y no está dominada por nada. Alcanzamos eso mediante una vida virtuosa y el conocimiento. En este sentido Séneca aconsejaba: “Si quieres hacer feliz a un hombre no les des bienes, sino réstale necesidades”.
La evolución humana es también el fin último para la filosofía oriental: la de liberarse de los encadenamientos de las existencias, fuente del dolor. Elevando nuestra conciencia por encima de las vicisitudes de la vida mundana es cuando el hombre podrá liberarse progresivamente.
El hombre no es un ser terminado. Puede, mediante la práctica de la filosofía, desarrollar distintos estados de conciencia superiores que le permitirán integrarse plenamente en el universo. Los orientales lo llaman “el despertar”. Esta doctrina de la evolución espiritual del hombre constituye el centro de todas las enseñanzas de las escuelas de filosofía de la antigüedad.
La flor de loto simboliza el despertar. Surge del lodo de los estanques como un despertar en medio de la adversidad.