Los cristianos conmemoran hoy el evento mágico que fue la Resurrección de Jesús tres días después de haber sido crucificado y sepultado, según lo atestiguan los apóstoles en el Nuevo Testamento.
La palabra, proveniente del latín, significa “volver a levantarse”.
Más allá de ser el principal pilar que sostiene la fe cristiana, como metáfora -al igual que las caídas y levantadas de Jesús en el tortuoso camino hacia El Calvario, agobiado por el peso de la cruz y las torturas a que era sometido-, la resurrección también puede ser vista en un plano más terrenal como la capacidad que tiene el ser humano para resurgir material, psicológica, intelectual, emocional y espiritualmente de entre los fracasos, los golpes, las carencias y todas las limitaciones y sufrimientos que encuentra a su paso por la vida.
Si bien resulta humanamente válido, y en un enfoque intelectual hasta necesario, tal y como lo hiciera el apóstol Santo Tomás, cuestionar la posibilidad real de la resurrección en un plano mundano, terrenal, debido a los elementos indispensables para su materialización; no hay duda de que la fe -como la que tuvo la Virgen María de que se cumpliría la promesa de Jesús de resucitar a los tres días- es fundamental, más en un país como Honduras, donde las cosas están tan mal y prácticamente nada se está haciendo para revertirlas.
Por supuesto que esa fe en que podemos resucitar de los distintos tipos de muerte, de reconstruir un mejor país para las actuales y futuras generaciones de hondureños, debe ser acompañada también de acciones concretas, como elegir mejores gobernantes y aportar la cuota de recursos materiales y espirituales que a cada uno le corresponde.
También debemos reconocer que en la medida que dejemos pasar el tiempo sin actuar, las dificultades irán empeorando, los problemas irán creciendo y las posibilidades de decir o escuchar y materializar un “Levántate y anda” se van disminuyendo, se van esfumando en el tiempo y en el espacio.
Qué bien que hoy celebremos el triunfo de la vida sobre la muerte en lo espiritual, con el resurgimiento de Jesús de entre los muertos y su ascensión hacia el reino de los cielos, tres días después de que fuera asesinado.
Eso debiera darnos la inspiración y la fuerza necesarias para que también en nuestra vida terrenal podamos volver a levantarnos, tanto en forma individual como colectiva.