Editorial

Tragedia educativa

La pandemia de covid-19 no solo le ha arrebatado la vida a casi once mil hondureños y hondureñas y dejado en evidencia la precariedad de los sistemas de salud y educación de esta empobrecida nación.La pandemia también dejó en evidencia los descomunales actos de corrupción de funcionarios públicos que sin importar el daño mal administraron los escasos fondos con que se contaban para hacerle frente a la emergencia.

La pandemia también le robó el empleo, las fuentes de ingresos a miles de hondureños y hondureñas. Pero uno de los efectos más dramáticos, más desoladores, sin duda, es que desde 2020 más de 100,000 niños, niñas y jóvenes dejaron de formar parte del sistema escolar de Honduras.Lamentablemente, ellos y ellas son parte de los conglomerados sociales más pobres, los que tienen en la escuela pública su única opción educativa.

Las actuales autoridades educativas dicen hoy hacer todos los esfuerzos para lograr que esta población retome su educación, pero los esfuerzos, a la luz de las cifras, no han sido suficientes.Y no se deben quedar de brazos cruzados, deben, urgentemente, activar todos los dispositivos, planes y acciones que tengan disponibles para traer de nuevo a esta población a las aulas escolares.Las respuestas deben ser integrales y deben involucrar a toda la estructura gubernamental, a los docentes, a los padres de familia, a la comunidad.

Deben plantearse respuestas de generación de empleo o de fuentes de ingresos a las familias para garantizar que podrán mantener a sus hijos e hijas en las escuelas, que los pequeños no se verán en la necesidad de salir a buscar un empleo, mendigar, ser presa fácil de las redes de narcos y delincuentes, y en el más extremo de los casos a huir de su patria en busca de sus sueños a tierras lejanas.