Editorial

La Granja penal de Comayagua

Honduras tiene en el sistema carcelario uno de sus más graves problemas. Es un sistema colapsado en el que se violan sistemáticamente los derechos de los reclusos, ha denunciado la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH).

Desde la creación de la primera cárcel en el país allá por el año 1870 en la ciudad de Yoro, en la región norte, se vienen arrastrando males ya casi ancestrales en las 24 cárceles que lo conforman, centros de reclusión de precaria infraestructura en los que reina el hacinamiento, la mala alimentación, tratos degradantes y la ausencia de programas de reinserción a la sociedad una vez que los reclusos cumplan sus penas, entre otros.

“Son universidades del mal”, en muchas de las cuales el control pasó a estar en variadas ocasiones en manos de los grupos delincuenciales más violentos que atemorizan a la sociedad. Desde su interior se dictan órdenes para secuestros, asesinatos, robos y hasta se definen y controlan los territorios para el tráfico de drogas, muchas veces con la complicidad de sus autoridades o el desinterés de las mismas por hacerle frente a la problemática.

Pero en medio de este desolador panorama, no se debe desestimar que en los últimos años desde el gobierno se han impulsado acciones encaminadas a reformas a la legislación vigente y la construcción de nuevos centros en un intento por reordenar y descongestionar el sistema. También hay un ejemplo digno de comentar y recomendar que sea replicado a nivel nacional.

Se trata de los proyectos productivos que se impulsan en la granja penal de Comayagua, en los que participan activamente casi la mitad de los 578 personas que allí guardan prisión.

La producción se destina a la alimentación y comercialización, pero a la vez es un proceso de enseñanza aprendizaje para los reos, que ocupan sus días en prisión para aprender un oficio o una actividad que puede ser su tabla de salvación para el día que obtengan su libertad.

Un ejemplo que sin duda se debe replicar en todas las cárceles de Honduras, donde prevalecen el ocio y la improductividad, favoreciendo la exposición de los reos a la participación en actividades que al final atentan contra la vida humana y la tranquilidad y seguridad ciudadana