Editorial

El Día de los Fieles Difuntos

Hoy es un día en el que se recuerda a todos aquellos seres queridos que se nos han adelantado en el camino hacia la eternidad.

Un día en que quisiéramos tenerlos a nuestro lado para platicarles de nuestros sueños y los problemas que enfrentamos para hacerlos realidad, contarles de nuestros éxitos y tristezas, para darles los abrazos que nos quedamos a deber.

Es también un día que en Honduras reabre las heridas de miles de familias a las que la violencia les arrebató repentinamente a uno de sus miembros; a niños, jóvenes, mujeres y hombres a quienes los delincuentes les truncaron sus sueños. Su vida.

Es un día en que esas familias reclaman justicia a un Estado que, si bien debemos reconocer que ha impulsado políticas y trabajado fuerte para frenar esa ola de violencia, todavía queda a deber mucho, principalmente en el área de la investigación, ya que son muy pocos los responsables de estos hechos que van a parar a las cárceles a pagar sus delitos.

El Estado tiene una deuda pendiente con esas familias que hoy elevan una oración por sus parientes muertos y está obligado a darles la satisfacción del castigo de los responsables de su dolor, llevando ante los tribunales a los asesinos.

La fecha también es propicia para dedicar los más gratos recuerdos a quienes ya no están entre nosotros y elevar plegarias al Altísimo por un país menos violento, más solidario y equitativo, en el que prevalezca el respeto a la vida y la paz.

Y luego, como lo ha expresado el papa Francisco, se debe regresar a casa “con esta doble memoria, la memoria del pasado, de los nuestros que se fueron, y la memoria del futuro, del camino que nosotros tenemos que andar. Con la certeza, con la seguridad que brotó de los labios de Jesús: ‘Yo lo resucitaré en el último día’”