Editorial

Es el nombre de la campaña en contra del abuso sexual que en las últimas semanas ha movido los cimientos de la sociedad hondureña.

La iniciativa es impulsada por mujeres que trabajan en medios de comunicación, que se unieron para alzar su voz y demandar la investigación y el castigo de los jóvenes que participaron en la violación grupal a una niña de 16 años en la ciudad de La Ceiba, Atlántida.

El caso ocurrió en la Semana Santa y dos semanas después no se conocían los avances de las investigaciones ni de la captura de los agresores.

“No más”, “No soy un objeto” y “No quiero ser violada” son tres de los mensajes que las mujeres escribieron en una prenda íntima con la que posaron ante las cámaras, en una iniciativa que se aplaude y apoya ya que visibiliza uno de los principales problemas de violencia y agresiones que sufren las mujeres en este país centroamericano, donde se enfrentan a un escenario desolador.

Las cifras de feminicidios, agresiones físicas, sexuales y psicológicas así lo demuestran. La impunidad prevaleciente en estas causas, también.

En una sociedad patriarcal y machista, no han faltado los hombres, e incluso mujeres, que han salido a cuestionar, criticar y hacer mofa de la campaña.

Pero lo anterior no ha minado el ánimo de muchos otros hombres, quienes desde sus espacios de trabajo y confort se han unido abiertamente a la campaña de NO MÁS injusticia y exclusión de nuestras voces; NO MÁS burla y acoso en redes; NO MÁS violaciones impunes; NO MÁS víctimas sometidas a la duda; NO MÁS justificación a los agresores.

Sin duda que este es un gran paso en la defensa de los derechos de las mujeres en cada uno de los espacios en que se desempeñan por construir una sociedad igualitaria en la que no tenga cabida ningún tipo de acoso y en la que se respeten íntegramente todos sus derechos, fundamentalmente el de la vida.