Columnistas

Violencia contra las mujeres

Según la ONU-Mujeres, en el año 2023 cada 11 minutos una mujer es asesinada en el planeta Tierra. En América Latina y el Caribe, de acuerdo con el último registro del Observatorio de Igualdad de Género dependiente de la Cepal, en el 2023 se registró una mujer asesinada cada dos horas, víctimas de femicidio.

En Honduras, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 333 mujeres fueron asesinadas entre enero y octubre del año 2023, lo que equivale a una muerte violenta cada 21 horas y 50 minutos, siendo el 68.2% de las muertes por armas de fuego.

Según los datos estadísticos desgarradores del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad y el Centro de Derechos de la Mujer, del 2002 a diciembre de 2023 han ocurrido 7,500 asesinatos de mujeres, con un 95% de impunidad. Impunidad y corrupción, ¡qué vergüenza!

La indiferencia gubernamental a través de los años ha convertido al Estado de Honduras en cómplice de los asesinatos o el asesino, pues es el responsable de cumplir con lo que mandan la Carta Universal de los Derechos Humanos, la Constitución y los Tratados Internacionales suscritos que demandan el cumplimiento, entre otros, del primer derecho humano universal, la protección y preservación de la vida. El derecho de las mujeres a una vida sin violencia debe estar en la mente de toda mujer y de todo hombre, sean gobernantes, empleados públicos, diputados, magistrados, jueces, maestros, médicos, abogados, empresarios, diplomáticos, pastores de iglesias, policías y militares, productores agrícolas, campesinos, en fin, en toda la sociedad mundial.

La violencia contra las mujeres es una de las expresiones más crueles y degradantes de discriminación, además, de brutales y dramáticas. La muerte es la consecuencia más reprochable de la violencia contra las mujeres y de todo ser humano. Las causas como la injusticia, el odio hacia las mujeres, el machismo, añadiéndose la pobreza, corrupción, tráfico y consumo de drogas, crimen organizado, desempleo, inestabilidad laboral, imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas, abuso de autoridad, patrones psicosociales, culturales y genéticos; además, la discriminación, la intolerancia, la desconfianza, la falta de solidaridad son factores que inciden a la manifestación de la violencia. La mujer hondureña es víctima silenciosa de muchos tipos de agresión, vive expuesta todos los días a perder la vida de forma violenta, y es tal su silencio por el miedo a denunciar a quienes le agreden, que en la mayoría de los casos su asesinato se convierte en la única denuncia pública que se pierde en el escalofriante vacío, como el delito mismo, lleno de impunidad, por lo cual el Estado es el único responsable.

Ciertamente, es impagable la deuda del Estado con nuestras mujeres asesinadas, con sus huérfanos y familiares, y las mujeres en general. Por todas ellas, ni un segundo más de silencio. Queda planteado.