Expertos en el tema y Copeco han anunciado para los próximos días elevadas temperaturas que alcanzarán índices récord. En realidad, ya las estamos sintiendo. En el año 2021 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), dependiente de la ONU y de la Organización Mundial de Meteorología (OMM), reveló que en el año 2019 la concentración de bióxido de carbono en el planeta fue la más alta en dos millones de años; esto, producto de los gases con efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera y favorecen el rebote de la irradiación solar infrarroja a la superficie terráquea, calentándola (olas de calor), acidificando los océanos, derritiendo los casquetes polares y provocando fenómenos climáticos severos.
El calentamiento global de nuestra era es provocado por acciones del ser humano; los gases invernadero proceden enormemente de la producción industrial, el parque vehicular, los incendios forestales, la actividad ganadera y agrícola extremas y muchas otras acciones del homo sapiens; de ahí que la época geológica planetaria en la que actualmente vivimos sea llamada período antropoceno.
Uno de los principales impactos de ese calentamiento es el menoscabo de la salud humana, a través de factores que se ven modificados por los incrementos de temperatura como los golpes de calor, calidad del aire, calidad y disponibilidad de agua, producción y seguridad alimentaria, expansión de los nichos de insectos y animales silvestres, factores sociales, eventos climáticos como huracanes y tormentas.
Todo ello individual o convergentemente produce daños, algunos irreversibles, en la salud humana como la muerte por deshidratación y sus complicaciones, traumas físicos, exacerbación o surgimiento de enfermedades cardiovasculares y pulmonares, infecciones gastrointestinales, desnutrición e intoxicación alimentaria; enfermedades vectoriales como dengue, malaria, zika, chagas y otras; depresión, angustia y psicopatías.
Las poblaciones más afectadas son los pobres (70%), niños y adultos mayores, vulnerables y desfavorecidos por el sistema en que vivimos; lo que provoca migración forzosa.
Desconocemos, porque no lo vemos en la realidad, si el Estado ha adoptado políticas públicas alrededor del concepto de la interdependencia que existe entre la salud humana y salud animal en el contexto medioambiental en constante deterioro.
En el presente siglo, de acuerdo con el último informe de IPCC, la temperatura en la superficie terrestre se ha incrementado en 1.1ºC desde la era preindustrial y se necesitan acciones urgentes para evitar llegar al 1.5ºC antes del 2050 que, de ocurrir, produciría grandes catástrofes ambientales y severos daños a la salud de los habitantes de la Tierra.
La carga mayor para controlar la producción de gases invernadero corresponde a los países industrializados, por ser los grandes emisores de bióxido de carbono, pero ello no exime a países de ingresos medios o bajos a participar en el enfrentamiento del gran desafío global, poniendo de nuestra parte, en lo que nos corresponde, con voluntad y convicción a través de la generación de políticas públicas institucionales, coordinadas a través de planes estratégicos de respuesta nacional al deterioro climático.
Tenemos mucho que aportar a la salvaguarda ambiental como el control de incendios forestales (25,000 hectáreas en lo que va del año), de los gases vehiculares, de la energía producida a partir de combustibles fósiles y la propia huella personal de carbono.
Próximos a la elección de un nuevo gobierno es un tema prioritario para debatir, deseable que se encuentre incorporado con acciones concretas en los planes del futuro gobierno en la forma de políticas de Estado.