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Putin, solamente puede ganar

Ahora mismo, la palabra “zares” se utiliza como un calificativo para personas que tienen mucho poder e influyen en su país, región o internacionalmente. Rusia fue gobernada por zares durante siglos y algunos de ellos llegaron a tener gran esplendor y fueron grandes conquistadores. Luego vino la dictadura comunista de la Unión Soviética (URSS), que cambió de ideología al país, pero no permitió, como aquellos, ninguna libertad ciudadana.

Quizás se podría hablar de una “primavera democrática”, pero en realidad duró muy poco y el autoritarismo en grado sumo ha vuelto a imponerse. Vladimir Putin, quien tiene en el poder –como presidente de la Federación Rusa o presidente de Gobierno– desde 1999, casi un cuarto de siglo detentando cada vez más poderes hasta ser comparado con cualquiera de aquellos zares y con los temibles Lenin o Stalin de la época soviética.

En estos días se celebran elecciones presidenciales en la gigantesca Rusia y en los territorios de Ucrania anexionados por la fuerza militar, aunque no se trata más que de una fachada para cumplir con las apariencias para que Putin pueda reclamar que se le trate como un gobernante “democrático”.

Pero nada más alejado de la realidad. La Rusia de hoy tiene muy poco de democracia. El partido “Rusia Unida” no es más que una caricatura de partido político, en donde la única voz que se escucha e impone es la del propio Putin, tal como sucedía en la era de la URSS con el Partido Comunista. No hay que olvidar que el hoy presidente fue un agente del servicio secreto soviético, conocido como la KGB, de deplorable pasado, que sin duda dejó huellas en él.

Algunos escritores y expertos sobre el tema ruso destacan que Putin no quiere devolver a Rusia lo que fue la URSS, sino que su sueño se asemeja más al de aquellos zares y, más específicamente, Pedro el Grande y Catalina la Grande, creadores de imperio ruso que surgió en el siglo XVIII y no dejó de crecer en su expansión territorial hasta la caída de la Unión Soviética a finales del siglo XX.

La invasión a Ucrania se explica dentro de ese afán expansionista que muestra Putin. Primero fue la península de Crimea y ahora mismo tiene anexadas y bajo su control, varias regiones ucranianas en la zona fronteriza, en donde, por cierto, se supone que también habrá elecciones por estos días.

Putin se ha convertido en un zar moderno. Si estuviera en América Latina, se le señalaría como un simple dictador y estaría a la altura de los Hugo Chávez, Daniel Ortega o Fidel Castro, aunque con la gran diferencia del enorme poder militar que heredó de aquel poderío –incluso nuclear– que acumuló la URSS después de la Segunda Guerra Mundial.

En estas elecciones de pacotilla, Putin saldrá como amplio ganador. ¡Por supuesto! No hay opositores, porque los principales rivales que podrían participar están presos o en el exilio y, quien representaba mayor peligro, Alexei Navalny, murió misteriosamente en las semanas anteriores en una asilada cárcel en el Ártico ruso.

Además de eliminar cualquier vestigio de oposición, Putin no permite que haya libertad de prensa. Los rusos no tienen derecho a la información y son bombardeados con la visión del mandamás del Kremlin. Los brotes de protesta y oposición, incluso por la guerra de Ucrania, son fácilmente sofocados por la intervención de las fuerzas de seguridad, con un sistema de justicia que igualmente responde a los deseos de este zar moderno.

Para terminar de armar el paquete “democrático electoral”, las elecciones no contarán con observadors internacionales, porque las condiciones no son propicias y ni siquiera se autoriza la presencia de grupos de occidente. Y los candidatos que compiten contra Putin, son de partidos o minipartidos satélites del Kremlin. Así es que se trata de un ejercicio más bien antidemocrático para darle la fachada que Putin necesita para presentarse ante los demás líderes del planeta como alguien que respeta las instituciones.

Aunque se ha impuesto parcialmente en la guerra de Ucrania, no ha logrado el éxito que esperaba y anunció en los primeros días. Cuando termine su incursión expansionista –cosa que puede tomar mucho tiempo aún–, Putin pondrá su interés en otras regiones. América es lejana para que inicie conquistas a la vieja ultranza de los zares, pero no cabe duda dde que podría tomar el mismo camino que China, que es el de hacer un contrapeso a la influencia estadounidense en Latinoamérica por medio de la penetración económica.

En todo caso, a partir del lunes 18 de marzo, Putin sabrá que tiene un nuevo mandato “democrático” para seguir haciendo y deshaciendo a su sabor y antojo. El peligro es que sus acciones muchas veces se enfocan más allá de sus fronteras.