La ultracorrección es, según la última edición del Diccionario de la Lengua Española, un sustantivo que indica que se corrige algo que ya es correcto por pensar que se había empleado de manera equivocada. Esto puede ser a nivel de la palabra que usó o cómo la pronunció o escribió, o bien cómo construyó la oración.
Este fenómeno se da por dos razones muy simples: primero, por desconocimiento de la regla y, segundo, por querer dar aires de persona culta (que no lo es, porque entonces no haría correcciones en vano).
En Honduras estamos cerca de tomar una de las decisiones más importantes para el país, porque vamos a elegir un Presidente y con él a su equipo de gobierno, diputados, alcaldes y regidores; no es poco lo que está en juego el próximo 26 de noviembre.
Y así como hay ultracorrección o hipercorrección a nivel lingüístico, hay ultracorrección en la práctica gubernamental.
Cada candidato, según su corriente de pensamiento y afinidad ideológica, ha hecho sus propuestas, pero es bueno pensarlas desde la realidad de gobierno y de país, porque puede existir en los políticos el síndrome de querer hacerlo todo de nuevo por el simple hecho de que el antiguo ocupante del puesto no era del mismo partido y menos de la misma línea de pensamiento.
Lo cierto es que antes de discernir entre las propuestas que más se apegan a lo que se piensa, es bueno para Honduras -o alguna ciudad en específico- someterla a una prueba de ultracorrección.
Esto consiste en revisar la realidad de Honduras y los esfuerzos de los equipos de gobierno salientes y la efectividad de esos esfuerzos y compararlos con lo que se propone.
Las administraciones no son perfectas, habrán cometido errores pero también tendrán aciertos, y el sentido común dice que para qué se va a cambiar lo que está funcionando bien.
Es usual que se destruya el trabajo del que estuvo, que proyectos de verdad provechosos ya no se continúen porque no responden a los intereses del nuevo en turno o por simple capricho político, tan presente en toda nuestra realidad.
Si un candidato tiene demasiadas propuestas desde cero que suenan a comenzar de nuevo, muy posiblemente no conoce cómo está funcionando aquello que pretende liderar y ha hecho su plan, si es que lo tiene, a ciegas, sin hacer un análisis serio y sesudo.
Cada cuatro años se proponen cambios, pero es que tanto cambio tampoco es bueno. Porque en esta hermosa tierra se abortan proyectos de desarrollo efectivos cada cuatro años.
Esta ultracorrección en la práctica gubernamental se da por las mismas razones que se da la gramatical, por desconocimiento del país, de la realidad y por querer dar aires de gran político. Añado una más: por puro orgullo politiquero.