Columnistas

Presagio en un mundo pandémico

Cuando todo esto pase, ¿quién de nosotros capeará el temporal, quién sobrevivirá? A saber. Pero sí podemos calcular qué sigue, sobre todo en la economía -que trae desarrollo y algún tipo de felicidad-, y como los números no son halagüeños, para reflotar necesitaremos una formidable imaginación, creatividad, entendimiento y solidaridad.

Este será un año para el olvido, aunque no lo olvidaremos nunca, además del peligro y el miedo que nos encierra, la situación económica -que ya daba insomnios antes de la pandemia- se terminó de colapsar, y es fácil adivinar que afectará más a los mismos de siempre, multiplicará la pobreza y consolidará la miseria.

En las oficinas climatizadas del Banco Mundial revisan datos y se acaloran, son demoledores: la contracción del PIB será de 7.2% en América Latina, nunca ocurrió en más de cien años de estadísticas; ni la fatídica gripe española de 1918, que dejó -5.1%; la gran depresión de Wall Street, que hacia 1931 alcanzaba -5.2%; o la segunda crisis del petróleo que en 1982 bajó a -2.4%; y la gran recesión de 2009 que cifró en -1.9%.

Si lo pasamos en limpio, la contracción del PIB significa caída de la producción, cierre de empresas, industrias, fábricas, talleres, exportaciones, pérdida abrumadora de empleos, más pobreza.

En el BM creen que la cifras del desempleo este año alcanzarán en nuestra América hasta 20 millones de puestos, la mitad en el sector formal. Terrible.

Acercamos el mapa para comprimirlo en nuestro país, el panorama escalofría; los datos, no siempre precisos, señalan que 300 mil personas perdieron su empleo desde que llegó la pandemia; y cuando una encuesta de la UNAH preguntó en los hogares, hasta un 37% dijo que fue despedido o suspendido del trabajo hasta abril.

Como consumidores intuimos dónde ha golpeado más la crisis, por ejemplo, el turismo; este año pasamos Semana Santa en casa y hace tres meses nadie pasea; las tiendas, ni digamos, los talleres de mecánica, salones de belleza, cafeterías, todo cerrado, para evitar un contagio incontrolable y una letalidad insuperable.

Si ahora lo pasamos fatal, lo que viene es catastrófico; el desafío será ponernos de acuerdo, porque cuesta imaginar en la misma mesa, tomando decisiones conjuntas, a políticos de todos los partidos, obreros, empresarios, asociaciones, gremios, pues -para más inri- la pandemia encontró una Honduras dividida, polarizada, enojada y donde el odio recíproco no se disimula.

Si se diera el prodigio de entendernos, podríamos crear más riqueza y distribuirla mejor, reducir la desigualdad, la pobreza, traer paz social, todos ganaríamos. El reto: mejorar la producción en las empresas, fundar industrias diversas, elevar competitividad, programas fiscales justos, abrir puestos de trabajo, salarios dignos, beneficios laborales. ¿Qué falta? Confianza mutua, y esa no viene por la tubería ni en el polvo cósmico, hay que ganarla. Empecemos.