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¿Por qué la revolución ya no es posible?

El 21 de febrero se cumplió el 175 aniversario de haber sido publicado por primera vez, en Londres, el “Manifiesto comunista”, cuya autoría corresponde a Karl Marx y Friedrich Engels. En el 2013, la UNESCO registró el primer tomo de “El Capital” con el “Manifiesto comunista” en el programa Memorias del Mundo. Este documento surgió en momentos de mucha agitación social y política, especialmente en Francia, donde una insurrección popular obligó al rey Luis Felipe I a abdicar, dando paso a la Segunda República francesa, que, a pesar de su brevedad, produjo reformas importantes. La característica fundamental del siglo XIX es la de ser un periodo de grandes cambios, por algo se le conoce como el “siglo de la industrialización”.

Uno de los problemas que ha tenido el “Manifiesto comunista”, es que, en su interpretación y su aplicación práctica, no se entendió lo que dijo Engels que el marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción. Es una paradoja histórica que siendo Marx y Engels los que crearon la dialéctica materialista que concibe la relación entre el mundo material en su independencia a la conciencia y el mundo espiritual; sus seguidores se hayan quedado colgados en un programa de lucha que tenía validez para aquella época histórica, pero no para todos los tiempos

Algunos amigos me han hecho llegar un artículo titulado “¿Por qué la revolución ya no es posible?”, del escritor surcoreano Byung-Chul Han, quien, en discusión con Antonio Negri, de origen italiano (ya fallecido) rivalizan sobre el tema apuntado. El citado escritor coreano hace referencia al optimismo de Negri quien se había entusiasmado con la resistencia global al imperio, el sistema de dominación neoliberal.

Byung-Chul Han comienza su crítica a Negri haciéndose algunas interrogantes, ¿por qué es tan estable el sistema neoliberal de dominación? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué la resistencia que ocurre tan rápidamente queda en nada? ¿Por qué, a pesar de la división cada vez mayor entre ricos y pobres, la revolución ya no es posible? Para responder a esas interrogantes, el critico señala que el poder que trata de desestabilizar el sistema es inferior al poder que lo estabiliza. Si en el pasado la lucha entre poderes era visible, ahora el neoliberalismo, en muchos casos, ya no funciona bajo la represión, funciona bajo la seducción.

El neoliberalismo convierte al trabajador en un contratista libre, un empresario de sí mismo. Hoy, aumenta el número de trabajadores que lo hacen por cuenta propia, por obra y tercerización; donde los trabajadores terminan siendo autoexplotados o explotadores en su propia empresa. La lucha de clases, según este filósofo citado, se ha convertido en una lucha interna. La gente no ve el problema en la sociedad, lo ve en sí mismo.

Esto ha venido a precarizar las condiciones de trabajo y ha hecho que los trabajadores pierdan el sentido de solidaridad y lucha por mejoras en sus condiciones de vida. La gente se ve a sí misma, no a la sociedad como el problema.

Valga decir que los trabajadores, en estas condiciones, están perdiendo hasta sus organizaciones sociales y políticas.