Columnistas

Mirar a través del humo

Estas mañanas parece que va a llover y que hará frío por el cielo grisáceo, pero rápidamente el paisaje invernal lo desmienten las furiosas temperaturas con más de 30 grados Celsius. Lo que no ha podido opacar este sofocante humo es la agresividad de muchos hondureños, el ambiente social aprensivo y puñetero, más contaminado que el aire. Por estos días que se conmemoró el Día de la Libertad de Prensa y ahora llega el Día del Periodista, se habla tanto de los derechos de libre expresión, legítimos y necesarios, pero que hace tiempo perdieron el límite con la calumnia, la infamia, lo falsario, la ofensa y el oprobio.

En las redes sociales el odio se multiplica exponencial, facilitado por la seguridad que da hacer publicaciones desde el anonimato y la reprochable impunidad; cualquiera se esconde para destruir impúdico a quien sea y para propagar falsas informaciones, sabiendo que hay un público poco informado y débil cultura general que fácilmente cree. No todos son anónimos en las redes, como mentir y acusar sin pruebas se ha vuelto normal, como ya no es una vergüenza calumniar y el embustero no tiene rubor, ponen sus caras y sus nombres para soltar cualquier disparate; y tampoco les importa que se rían de ellos y los destrocen en los mensajes de sus propias páginas.

Algunos son incoloros diputados o diputadas, o desesperados aspirantes políticos que a lo Fausto pueden negociar con el diablo en su ambición; también hay funcionarios y beneficiarios ilícitos del gobierno anterior que no se reconcilian con la almohada; o algún comerciante que pierde privilegios por el cambio del sistema corrupto en el que ha prosperado.

En los medios tradicionales trajina una cantidad impresionante de “analistas”, brotaron como hongos y opinan lo que se ofrezca, sin importar su desconocimiento y proferir necedades, total, algunos sólo codician una sórdida fama y otros confían en que la notoriedad les conseguirá trabajo o alguna asesoría envidiable.

El humo hace invisibles las ciudades, esconde los cerros y deja borrosos los edificios, pero no puede ocultar esta legión de opinantes tendenciosos y obcecados que atropellan la dignidad de los demás, insultan y mienten con descaro, en nombre de una presunta libertad de opinión, en la que desconocen que su derecho está limitado por el del otro. Esos calumniadores y farsantes que repletan las redes sociales y pueblan los medios tradicionales son más tóxicos que todas las partículas sólidas, líquidas y gaseosas que ahora enrarecen en aire, se atraviesan en la garganta, enrojecen los ojos y obstruyen los bronquios.

En busca de su beneficio económico y privilegios perdidos, estos que atizan el odio y gestionan la división del país únicamente promueven la mala vibra, la desesperanza y en muchos las ganas de irse a la porra. Así será hasta que se castigue al injurioso y al calumniador, sin atentar contra la mal utilizada libertad de expresión