El maniqueísmo consiste en clasificar la cosas como buenas o malas, sin términos medios. Como si de una caricatura se tratase, donde hay héroes buenos y villanos, casi sin razón, malos. Entre más tenso en el ambiente social y político en Honduras, más seguro estoy de que vamos hacia un maniqueísmo extremo.
Nada positivo. Aunque el término tiene origen en el ámbito religioso con el trascurrir de los siglos se ha sido extrapolando a otros espacios. Porque sabemos que todo, si queremos, lo podemos clasificar como bueno o malo. Sí, sin tener en cuenta matices, contextos, situaciones y términos medios. De hecho, una de las voces literarias más importantes que ha dado Honduras, Ramón Amaya Amador es “acusado” de que su obra es maniquea, donde los pobres son buenos e indefensos y los ricos son malos y aprovechados. Y en esa matriz se mueven más o menos todos los personajes de su obra. Sin dar lugar a esas intermitencias, intermedios y complejidades humanas y sociales tan naturales en nuestro mundo. Son varios los factores que intervienen en esta disposición del pensamiento colectivo. Quizá el que más resalta es el enorme vacío intelectual que tiene la lucha y el discurso político en Honduras. Se habla de derecha y de izquierda (es aquí donde aparece el principal maniqueísmo), pero hay incluso políticos que no tienen clara cuál es la esencia ideológica de su partido político. En la clase no política existe también una decisión basada en las emociones y en la falacia de creer que porque la mayoría repite algo es porque seguramente es correcto. El vacío intelectual y las decisiones emotivas se hacen más grandes en las redes sociales. La crítica social se ha llegado a convertir en algunas ocasiones en simples frases o en acciones que pueden llegar a convertirse en tendencia en el mundo virtual, pero sin esencia transformadora en la realidad. Tantas veces se cree y se difunde un pensamiento sin antes reflexionarlo ni siquiera verificarlo, porque eso es lo que queremos creer. La posverdad y las fakenews se amalgaman para alimentar nuestro cada vez más acentuado maniqueísmo. Ningunas generaciones creyeron nunca, con tanta vehemencia, tener la verdad como las que conviven en la actualidad. Hominem unius libri timeo que se traduce como temo al hombre de un solo libro es una frase que se le atribuye a Santo Tomás de Aquino y que es clara en su significado porque aquel que atiende solamente a una fuente, creerá que es la única y que no es posible otra, por lo tanto, los demás estarán equivocados. El único libro hoy son las redes sociales donde no hay que elegir qué pensar, lo que debemos pesar ya está dado, solamente hay que creerlo porque es más cómodo. Es una red abierta que no tiene ningún tipo de filtro ni de control la que dirige el intelectualismo del siglo XXI, o lo que más se acerque. Esta pobreza de fuentes y la falta de capacidad reflexiva, consecuencia de la misma pobreza es la que nos conduce a pensar lo que sucede en el mundo sin ningún tipo de matiz. Según nos convenga algo será bueno a secas o malo a secas. O todo lo que haga X será bueno y todo lo que haga Y será malo. Y esto último es lo más peligroso, porque es lo que nos conduce a radicalismos innecesarios que no permiten negociaciones, alianzas y una verdadera unidad como país.