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La fábula del tiburón y las sardinas

Juan José Arévalo Bermejo (1904-1990), presidente de Guatemala entre marzo de 1945 y marzo de 1951, doctor en Educación en Filosofía y Ciencias Educativas en Argentina, es el padre del nuevo presidente electo de Guatemala, el también doctor Bernardo Arévalo de León. La llegada al poder de Arévalo Bermejo se explica por la denominada “Revolución del 44” como parte de la tenaz lucha del pueblo guatemalteco para acabar con los regímenes dictatoriales, particularmente el de Jorge Ubico (contemporáneo de otros dictadores en América Latina como Carías y Somoza). Ganó la elecciones de 1944 con un 80% de apoyo. Durante su gobierno, el país experimentó una especie de “primavera” avanzando en algunas transformaciones importantes en el campo económico y social. Afrontó múltiples intentos de golpes de Estado con el apoyo de su ministro Jacobo Árbenz y sobre todo del pueblo.

En las siguientes elecciones democráticas, le sucedió en el poder su compañero Árbenz quien continuó y profundizó cambios estructurales como la reforma agraria y otras transformaciones ante el asedio de empresas bananeras transnacionales a quienes les había expropiado tierras incultas. Sirva esta mención histórica para resaltar que Arévalo Bermejo fue una figura beligerante, intelectual de avanzada, muy consecuente con el interés de ver a su país salir de la pobreza, del atraso, de la injusticia y de la opresión. Pero como toda persona que habla y empuja cambios en nuestras sociedades conservadoras, al tocar intereses económicos y cuestionar científicamente el status quo, fue bombardeado por acusaciones de ser “comunista”.

Ubicándonos en ese tiempo -y con el agravante- de estar en el contexto de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y, luego de la victoria contra el nazifascismo, inició la guerra “fría” entre aquellos otros grandes aliados (EE.UU. y la extinta URSS). Aquellas superpotencias disputándose la hegemonía político-militar del globo, pero sin enfrentarse directamente. Y aquel gobierno libertador, localizado nada menos que en el traspatio de la potencia y ya convertida en primera economía del mundo, es de imaginar los temibles adversarios internos de aquel régimen democrático buscando soberanía. (Un siglo atrás, personajes como Francisco Morazán, Valle y otros, chocaron también con la rancia aristocracia guatemalteca).

Entonces, ese nuevo escenario de las confrontaciones este-oeste marcó al pen la segunda mitad del siglo XX y, hacía ver a Arévalo como un “satélite” socialista, enemigo de occidente, peligroso idealista (siglo atrás eran los liberales). De remate, el propio presidente guatemalteco -que definitivamente nunca fue comunista- se autodefinía como “socialista espiritual”, interesado en la educación popular dado su trabajo inicial como maestro de escuela, todo un pedagogo holístico. (por cierto, fue discípulo del connotado maestro catracho Miguel Morazán).La parte final de estas líneas forzadas desde el tintero, intentan resumir una difícil y aleccionadora historia. Relata que el Dr. Juan José Arévalo gobernó su país en forma ordenada, pluralista, digna frente a sus adversarios. Concluyó su mandato, entregó el poder a su sucesor (el valiente y patriota coronel Jacobo Árbenz).

Según se describe, esa fue la primera vez que un presidente chapín legítimo, sucedía a otro también legítimo. Estando de embajador en Chile, Arévalo recibió la noticia del golpe de Estado contra Árbenz en 1954. Eso lo motivó a escribir un libro más entre tantos de sus escritos “La fábula del tiburón y las sardinas”, para explicar las desiguales relaciones económicas entre las grandes potencias, empresas transnacionales y, los países pequeños bananeros y proveedores de materias primas en el mercado internacional.