Columnistas

La crisis de los medios y la democracia

Fluye por ahí la temeraria perspicacia de que los medios de comunicación desaparecerán por la omnipresencia abrumadora de las redes sociales. Debería ser una preocupación. Como sea, la prensa de siempre -calificada por el ejercicio de siglos- ha mediado entre la intolerancia de gobernantes y gobernados, y es baluarte de la imperfecta democracia.

Algunos inquilinos de estas plataformas sufren escozor y maldicen a Umberto Eco, que no se cortó para decir: “La redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”, aunque muchos confirman irrebatibles la sentencia del erudito semiótico italiano.

Menos el lenguaje florido y ceremonioso, se publica todo en las redes con descarnada exhibición de desprecio hacia los demás; el pendenciero, el resentido, el embustero gana espacio sobre el indignado legítimo, el reclamo válido. La esperanza de que internet democratizaría la información se diluye en un volcánico derrame de insultos y tropelías.

Pero además de las insultantes publicaciones para la insaciable tribu de internautas, las redes sociales tienen pocos filtros para personas que muestran atrevidas poses y atuendos mínimos, que alborotan el gallinero de concupiscentes y obsesos. Un ejército de zombis que tensan el músculo escaleno para inclinarse sobre sus imprescindibles celulares.

Lo grave es que el tsunami de las redes sociales se adentra en el subconsciente ciudadano, allá donde la información formaba opinión pública y ayudaba a tumbar tiranías, donde el corrupto y el desalmado ganaban abominación, donde se distinguía mejor lo bueno y lo malo; ahora la desinformación y la noticia falsa se codean con la verdad y la pretendida objetividad.

Las redes sociales no solo se roban impunes la información que los medios producen a costos elevadísimos -compra de equipos, planillas de personal, pagos de servicios- sino que se atreven a torcerla, tergiversarla y regarla indiscriminada sin que apenas les cueste nada, y sus ganancias por influencia y publicidad son estratosféricas, es decir, también se quedan con los anuncios.

A la competencia desigual y demoledora de las redes sociales se une una crisis mundial, acentuada por la maldita pandemia y ahora la guerra en Ucrania, que lo primero que cercenan entre empresas y sector público es el presupuesto de publicidad, la savia de los medios de comunicación.Varios programas, revistas, estaciones de radio y canales de televisión han tenido que cerrar, y otros están cerca de caer vencidos por la crisis. Periodistas, fotógrafos, camarógrafos, editores, diagramadores, oficinistas, administradores dan de bruces con el desempleo.

Unos más que otros -porque hay de todo- los medios vigilan al gobierno, el equilibrio del poder, la justicia, las necesidades de la gente y ayudan a formar criterio público; cada vez que se apagan las voces, se acaban las letras, que uno claudica, la democracia se erosiona.