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La Colombia de lo posible

En una Colombia que, a pesar de ser un país con una enorme riqueza natural, posee condiciones propias de los países subdesarrollados, tomó posesión del cargo de presidente Gustavo Petro, profesional de la economía, fundador del partido político Colombia Humana y líder de la coalición política Pacto Histórico.

Su primera decisión al jurar como presidente fue ordenar que le llevaran al lugar de toma de posesión la Espada de Simón Bolívar.

El expresidente Iván Duque se había negado a que ese símbolo de la independencia de Colombia y de otros países de América del Sur saliera de la Casa de Nariño, sede principal de trabajo y residencia presidencial.

El discurso de toma de posesión de Petro fue lleno de optimismo sobre el futuro de su país, con muy pocas evocaciones hacia el pasado doloroso de un país dividido por luchas armadas y una violencia generalizada, por su condición de productor en gran escala de cocaína en el mundo. La única referencia fuerte hacia el pasado fue para referirse a su plan de gobierno, que consiste en recuperar los recursos que han ido a parar a manos de particulares producto de la corrupción.

En medio de enormes contradicciones entre sectores conservadores y progresistas, prometió que “dialogaré con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones. Este será un gobierno de puertas abiertas para todo aquel que quiera dialogar sobre los problemas de Colombia. Se llame como se llame, venga de donde venga. Nos une la voluntad de futuro, no el peso del pasado”.

Nadie podrá atacar a Petro en el sentido que lo dicho sobre el diálogo es el fruto del entusiasmo por la toma de posesión y que, pasado ese momento, todo cambiará.

Uno de los encuentros más importantes que tuvo con la oposición se dio a finales del mes de junio, cuando el presidente electo se reunió con Álvaro Uribe, considerado el más recalcitrante representante del conservadurismo colombiano. Uribe calificó el encuentro como “franco” y anunció que su partido apoyará los proyectos del Ejecutivo de Petro que crean que son buenos para el país. “Se hará una oposición razonable a lo que considere problemático”.

Llama la atención que Petro, durante toda su alocución, no hizo ninguna referencia a conceptos que lo vincularan con la idea de impulsar un gobierno de corte socialista. El fundamento de sus cambios, lo ha dicho en repetidas ocasiones, será la Constitución de 1991, una constitución progresista que garantiza la creación de un Estado moderno y con amplias garantías sociales.

Petro entendió que lo importante no es darles nombre y apellido a los cambios sociales y económicos, más que eso, lo trascendente es llevarlos a la práctica para el logro de la prosperidad de la sociedad.

El nombramiento de su gabinete fue escogido tomando en cuenta experiencia y formación académica, eso deja una gran lección. Un gobierno para la nación se rodea de los mejores talentos humanos, lo contrario, un gobierno de partido escoge a su gabinete en función del clientelismo, que busca reconocer y gratificar a su militancia; dos estilos de gobernar.