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Haití se desangra

Haití se desangra a pasos acelerados. La poca prensa que queda en el país reporta que, si se quiere conocer un lugar parecido al infierno, hay que visitar el centro penitenciario de Puerto Príncipe, donde un grupo de criminales en una acción armada promovió la liberación de 3,600 presidiarios, los que huyeron dejando decenas de heridos y muertes. Según las Naciones Unidas, unos 200 grupos controlan cerca del 80% del territorio del país. Más de 1,400 personas han muerto desde inicio del 2024 a la fecha.

El aumento de la violencia ha provocado más hambre, especialmente en niños donde un 30%, según United Nations International Children’s Emergency Fund (UNICEF), no está consumiendo los alimentos necesarios, 1 de 4 niños padece de desnutrición. Unos 5 millones de personas necesitan ayuda alimentaria, alimentos que no están llegando y la gente muere por inanición.

Desde 2016 que se celebraron elecciones, a esta fecha todos los cargos de elección ya expiraron. No hay ningún miembro electo y el propio edificio del parlamento está abandonado y el primer ministro Ariel Henry, aunque mantiene su cargo, ya no cuenta con el apoyo de la mayoría de la población. Haití es, por ahora, un estado fallido.

El origen del caos es de larga data, pero, más recientemente se vio agravado con la salida de su primer ministro rumbo a Kenia en un esfuerzo por recuperar la seguridad a través de acuerdos con ese país africano, el intento se vio frustrado por la falta de control gubernamental sobre la mayor parte del país, donde las pandillas ejercen control absoluto.

Cualquier esfuerzo que se haga por la pacificación y estabilidad política de Haití por parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos será importante, pero si no se logra la participación de los países desarrollados de Estados Unidos y Europa en una acción conjunta y de colaboración, será poco probable que se logren los objetivos. Los países desarrollados, especialmente Francia, que en la época de la colonia mantuvo su dominio en esa porción del territorio insular del Caribe, tiene una responsabilidad histórica con ese martirizado país. Hoy, que esa nación, su antigua posesión colonial, sufre lo indecible, el país europeo le da la espalda.

Con la independencia, en 1804, el costo de esta fue elevado. Se calcula que, de una población de 425,000 esclavos, quedaron uno 170,000 en condiciones de trabajar para la reconstrucción del país. Las potencias europeas castigaron a los haitianos por su osadía de declararse libres de la tutela imperial.

Después de lograda, Francia y sus socios acordaron un bloqueo económico con el fin de presionar a la joven nación, lo que obligó al gobierno haitiano a firmar un acuerdo por el cual se comprometía a pagarle las tierras, esclavos y plantaciones perdidas durante la guerra. Haití estuvo pagando ese compromiso por 122 años. Desde aquel hecho histórico, el país ha sido intervenido en cuatro veces por tropas extranjeras.

Ahora, cuando la solidaridad humana entre naciones es escasa y la democracia es un bien que se tasa en interés del gran capital, es poco probable una solución duradera para esa nación.