Columnistas

¿Hacia dónde nos llevan los políticos?

Cada partido político que llega al poder, unos más y otros menos, agrega nuevos elementos a la crisis. Los partidos políticos dejaron de ser la solución a las dificultades que nos agobian, ellos son el problema con sus dirigentes embriagados de poder. Se vota para castigar al que está en el gobierno, pero cuando se elige al que los sustituirá, resulta que el que se castigó fue el votante que cada cuatro años va como oveja al matadero. Las elecciones ya no son un acto consciente en que el ciudadano vota por el mejor, vota por el menos malo.

Se dijo que el gobierno que vendría recuperaría la institucionalidad; para recobrar el Estado de derecho. En el gobierno anterior de Juan Orlando Hernández, se deturpó la independencia de los partidos políticos de oposición, especialmente del partido Liberal y de otros partidos de menor caudal electoral, haciéndoles, a algunos de sus miembros en el Congreso Nacional de la República, cambiar su voluntad por dádivas materiales; para este fin, se hicieron desembolsos que tenían un origen muy dudoso y en algunos casos eran dineros del Estado. Se crearon leyes especiales para proteger a los involucrados por recibir dinero que no les correspondía. Aquello no solo era inmoral por el uso de los recursos públicos, era ilegal por la intromisión de un poder sobre otro poder del Estado. Se perdió la independencia de los poderes del Estado y parece que para siempre.

En el gobierno actual, en su forma, ya no vemos aquellas prácticas; sin embargo, en un hecho que repite aquellas mañas en escenarios y estilos diferentes, observamos con frustración que se impulsó una manifestación, no tanto de apoyo a una causa, sino de apoyo a la ciudadana presidenta, así se ha hecho saber en la convocatoria, y con la clara intención de influir en las decisiones de otro poder del Estado. Más de lo mismo.

Sin ruborizarse y sin instancias que lo impidieran, la manifestación fue coordinada por 12 comisiones que incluyeron representantes de instituciones estatales como la Policía, la Secretaría de Salud, el Cuerpo de Bomberos y la Comisión Permanente de Contingencia (Copeco) y otras. La convocatoria se hizo para toda la militancia de Libre, que en las actuales condiciones son los empleados públicos. Todos los que asistieron, por decisión gubernamental, contaron con transporte, seguridad, alimentación y albergue, y desde luego, con el permiso para ausentarse de sus labores. Se activó una campaña publicitaria costosa. Casi todas las actividades económicas y sociales de la capital y la administración pública de todo el país se paralizaron. No hay ni la menor duda que la concentración implicó un gasto millonario, que una organización política que no esté en el poder, no podría hacerlo.

Esto ocurre en un país donde los políticos, en el imaginario de sus dirigentes, el partido que gobierna es confundido con el Estado.

El Estado soy yo, decía Luis XIV, donde todo el poder estaba concentrado en su autoridad. Se vive al filo de la navaja, con un discurso anticomunista cerril y un socialismo democrático que ni sus promotores pueden demostrar o explicar. ¡Que Dios salve a Honduras!.