Columnistas

Educación vial “hic et nunc”

Casi todo mundo ha dicho que es urgente una intensa e invasiva campaña de educación vial, que los hondureños aprendan forzados el impostergable respeto al reglamento de tránsito que permita evitar las prevenibles muertes. Pero no, el tema sólo regresa cuando otra tragedia nos estremece, como el accidente del bus el martes, que dejó más de una decena de fallecidos.

Extraño comportamiento el de los ciudadanos que parecen creer que la tragedia sólo les pasa a los demás; hacen gestos de perplejidad y estupefacción con las imágenes de turbadores accidentes donde la muerte frecuenta, y al poco tiempo están en las calles como si fueran inmortales.

¿Es que no les impresionan los datos? Desde 2010 para acá más de 18 mil personas fallecieron en Honduras en espantosos accidentes viales, según el recuento fatal que lleva el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, y sus indicadores lamentan que cada día mueren cinco hondureños en estas evitables circunstancias.

Si en 2010 las cifras luctuosas eran de 1,200 muertos en carreteras, en este 2023 -que aún no termina- la catástrofe ya suma más de 2,000 fallecimientos. ¡Por favor, es la segunda causa de muerte violenta en el país! Debería ser suficiente disuasivo para que la prudencia condujera los vehículos, pero, como dice la gente: esto es Honduras.

Le atribuyen a Cicerón -el gran filósofo romano defensor de la República- la frase latina “hic et nunc”, que significa: aquí y ahora; se utiliza para exhortar a hacer las cosas de inmediato, lejos de teorizaciones y razonamientos abstractos, como esta vez manda la brutal muerte en las carreteras.

¿Quién debe hacer la campaña? El gobierno -desde luego- es la respuesta más fácil, sobre todo en sociedades de brazos cruzados que esperan y exigen que el Estado les resuelva todo. Pero, haciendo un esfuerzo podríamos rogar a empresarios, sociedad civil, asociaciones, gremios, medios de comunicación, y puestos a pedir, pidamos hasta a las mismas iglesias que atosiguen a los hondureños para que respeten cuando llevan el timón en sus manos.

Es cierto que hay sensatos y respetuosos motoristas comerciales, pero la autoridad de transporte deberá escarmentar al temerario repartidor en moto, los atrevidos mototaxis, los desconsiderados taxistas, los irresponsables buseros y los catastróficos camioneros, que en casi todos los accidentes tienen algo que ver. No es prejuicio, son estadísticas.

Por supuesto, los conductores particulares inconscientes y peligrosos son tantos, y pagan caro, carísimo su irrespeto, porque habitualmente arrastran en la tragedia a los familiares cercanos que los acompañan. Aparte de los miles de muertos, también lamentamos infinidad de heridos e incapacitados para siempre.

Es tiempo que alguien asuma el liderazgo y ayude a levantar esta campaña vial, esta educación por la vida, para cambiar la conducta en las azarosas calles y que cada viaje no sea el último.