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Argentina y cómo desguazar un país en un mes

En diciembre de 2022 Argentina sorprendió al planeta ganando el Mundial de fútbol en Catar. Un mes después estuvimos en Buenos Aires y no se hablaba de otra cosa, de millones que celebrando empequeñecieron la avenida 9 de Julio, que con sus 16 carriles y 140 metros entre una acera y otra, es la más ancha del mundo. Esta semana los argentinos volvieron a la calle exactamente por lo contrario de celebrar: a protestar.

Ya no están animados por Messi, Di María o Julián Álvarez, sino por otro que el siguiente diciembre, en 2023, llegó a la presidencia de forma también sorprendente: Javier Milei. En poco más de un mes, este señor desgarbado, procaz y motosierra en mano, ha pretendido el desguace del país y venderlo en piezas, cortar los derechos y la justicia social, reprimir a los manifestantes e insultar a quien se le ponga en frente. No se habla de otra cosa.

Frente al Congreso de la Nación -donde discuten las nuevas leyes- hay una enorme plaza que sirve a los turistas para tomarse fotos y visitar los cafés y restaurantes de los alrededores, más en este tiempo de verano en el sur, pero el miércoles fue insuficiente para la cantidad de bonaerenses que llegaron con pancartas y megáfonos a desafiar las amenazas impetuosas de Milei y compañía.

El descomunal paro general -que no ocurría desde hace años- intenta detener el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), que le otorgaría a Milei superpoderes sin pasar por el Congreso, derogaría más de 300 leyes y anularía derechos ciudadanos. Además, la “Ley Ómnibus”, como llama la población a un mamotreto de 351 páginas con 664 artículos, que quiere privatizar todo, afectar las jubilaciones y criminalizar las protestas.

Cuando Milei deja la diatriba, la ofensa y explica sus leyes, parecen buenas intenciones: reducir la pobreza, quitar privilegios a los ricos, disminuir la burocracia, bajar el gasto y el déficit fiscal, prosperidad y libertad. Nada de lo hecho hasta ahora -coinciden los expertos- conduce a estas líneas y sólo ha unido a todos en contra: taxistas, obreros, campesinos, profesionales, artistas y cientos de miles.

Es difícil entender la mescolanza que esconde la desgreñada cabeza de Milei: mientras acepta el matrimonio gay, condena el aborto; está de acuerdo con la legalización de las drogas y la portación de armas; odia al Estado y los impuestos; niega el cambio climático y ve comunistas hasta en el Vaticano, desprecia a la Iglesia e insulta al papa Francisco; como diría Spiderman, “de dónde sacan a estos tipos”.

En fin, el “Loco”, como apodan a Milei, ha hundido más a un país que buscaba desesperado una tabla de náufrago. Y pensar que aquí, en nuestro pequeño patio, hay algunos -quizás desinformados o con pocas luces- que lo admiran, lo aplauden y casi lo idolatran, y no faltará el necio que quiera imitarlo, y si el original es así, no queramos imaginar la copia.