Alea iacta est

La lección más importante para la oposición, es la que le señala su ineludible obligación de formar una coalición granítica opositora”

  • 12 de abril de 2025 a las 00:00

Se le atribuye al gran Julio César, dictador de Roma, la famosa frase pronunciada al cruzar el río Rubicón: “La suerte está echada”. No había marcha atrás. Lo siguiente fue el inicio de una de las etapas más sangrientas, pero gloriosas, de uno de los imperios más poderosos que recuerda la humanidad.

Las elecciones internas de marzo constituyeron una especie de Rubicón. Fueron el río de nuestras realidades políticas; de aquí en adelante se definirá la suerte de 10 millones de hondureños que aspiran a vivir en una democracia plena, donde no solo se trate de concurrir cada cuatro años a elegir autoridades, sino también de tener la oportunidad de perseguir logros y superaciones en los campos económico y social, con los que se alcance un desarrollo humano que permita a cada uno de los hondureños aspirar a niveles superiores de bienestar.

Desde 1980, se han hecho grandes mejoras en los procesos eleccionarios de Honduras; procesos que han reflejado una reducción significativa de las dificultades para escoger autoridades. Se instituyó el voto separado para los tres niveles eleccionarios; se incorporó la fotografía de los candidatos; se creó el voto domiciliario, que contribuye a reducir el abstencionismo; se introdujo tecnología biométrica y otras herramientas más.

No obstante, pese a esos múltiples esfuerzos por reducir, particularmente, el fraude electoral, así como inducir a la población a la escogencia de los mejores candidatos, todavía falta mucho camino por recorrer para erradicar los vicios de los políticos tradicionales. Es por ello que vimos cómo se suscitaron, el 9 de marzo, eventos deplorables que enardecieron al país entero. Aunque estos hechos, en términos proporcionales, no distorsionaron significativamente los resultados finales, la perversidad y la obcecación sectaria y partidaria de algunos dirigentes -claramente identificados por el pueblo- inflaron estos eventos a tales proporciones que mancharon el proceso en general. Sin embargo, estos hechos, por deplorables que sean, constituyen también una alarma que debe abrir los ojos del electorado para que no se repitan el 30 de noviembre, y para que los ojos acuciosos de todos los hondureños estén vigilantes de que su voluntad, expresada en las urnas, no sea violentada por la perversidad de políticos viciosos, incrustados en las entrañas de las fuerzas políticas del país, que persisten en hacer trampas.

La lección más importante para la oposición, sin embargo, es la que le señala su ineludible obligación de formar una coalición granítica opositora que garantice el derrocamiento de ideas perniciosas, fracasadas y condenatorias en un país que demanda vivir en libertad. La cabeza de esa gran coalición debe escogerse en forma científica; no se trata de autoproclamarse el “muñeco de la película” cuando las cifras demuestran que no se tiene el respaldo mayoritario de los electores. Es el pueblo, mediante encuestas serias, quien tiene que decir qué figura produce menos anticuerpos y puede garantizar el fin del continuismo dinástico que hoy nos gobierna.

No hay tiempo para más: “la suerte está echada”.

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