Columnistas

El partido más grande (epílogo)

Con el paso de los años, los votantes del país han alternado sus preferencias entre las dos enseñas partidarias tradicionales con pausas verde olivo y laboriosos ejercicios civiles de fachada. Las escaramuzas y sitios de antaño se trasladaron a las mesas electorales, verdaderos palenques donde no siempre se imponía el mejor sino el más versado en triquiñuelas. Que se denominara “elecciones estilo Honduras” a la única que se llevó a cabo en los setentas fue un rebuscado eufemismo para esconder un escandaloso escamoteo de la voluntad popular que trascendió fronteras y que, lamentablemente, intentaron repetir nuevas generaciones de “galleros” a partir de la década de los ochenta.

Para fortuna de nuestra precaria paz colectiva, la mayoría de las veces el resultado electoral fue tan contundente en los distintos niveles electivos que no pasó de quejas particulares, resueltas con carpetazos y sin mayores discusiones, con la excepción de las elecciones de 2005 y 2017, cuyas definiciones en el nivel presidencial fueron rebatidas por los perdedores bajo alegatos de fraude, llegándose a requerir amigables componedores de ojos azules.

Con esos antecedentes, era de esperar que las elecciones del 28/11/2021 provocaran ansiedad e incertidumbre a propios y extraños, aún con las reformas legales y orgánicas pendientes de ser probadas en la práctica.

Después de doce años con el control de los poderes del Estado, el Partido Nacional se sentía confiado de su “voto duro” (casi el 30% del padrón) y en la dispersión de la oposición para repetir mandato: con cada uno de los partidos convencido de que por sí solo podría vencer al oficialismo, el escenario lucía favorable para una victoria azul in extremis, por la mínima diferencia y en medio de conflictividad. Sin embargo, resultaba evidente faltando dos meses para el escrutinio que “el partido más grande” (el del voto indeciso) no se decantaba por la continuidad nacionalista e inclinaba levemente su preferencia por la candidata de Libre, muy por encima del candidato del novel partido Salvador y mucho más del liberal.

El 13/10/2021, lo que había comenzado como una petición ciudadana en las redes sociales, se confirmó durante las primeras horas de la mañana: las dirigencias partidarias de la alianza de 2017 conformarían una coalición de hecho para enfrentar al oficialismo el 28-N bajo la bandera de Libertad y Refundación, con la candidata Xiomara Castro a la cabeza.

El anuncio fue el “punto de inflexión” definitivo de la carrera presidencial, como demostró el resultado final de la elección de noviembre que encumbró por amplio margen a Castro Sarmiento como la primera mujer presidenta de Honduras.

Para concluir: es evidente que las preferencias políticas del “partido más grande” son volubles, pero no son caprichosas. Baste ver el reparto partidario balanceado del cuerpo legislativo y el nivel municipal para entender que su mandato de cambio y alternancia, si bien fue claro, no es total ni definitivo, y no es un “cheque en blanco” para nadie.