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El tercer oficio más viejo del mundo

En la última etapa de este largo y tortuoso camino donde las democracias dan pasos en falso sobre el desbarrancadero de las ilusiones perdidas para encontrar líderes capaces, honestos y de firmes decisiones que beneficien a la mayoría, es un cuento aturdido y gastado en las campañas electorales, vacías de debate y repletas de engaños y populismos arrinconados por las tendencias de la historia, con izquierdas baratas y nostálgicas, así como derechas criminales y rateras.

Como el hueco ya era evidente en el gallinero político, empezaron a buscar las técnicas de comunicación y a usarlas en el diseño de estrategias de campañas electorales para conectar la pobreza de ideas, transmitirlas y hacer que se las traguen los votantes, como necesidades de producto básico, satisfacer la gula política y ganar el respaldo al candidato.

En este mercado, la idea no es tener claros los objetivos, menos tener el conocimiento de las bases de la Administración pública; lo que se vende es el disfraz de debilidades para posicionarse ante un pueblo que anda buscando a tientas y a locas alguien que los represente con un poco de dignidad ante el mundo.

Ganar unas elecciones es el objetivo de todos los partidos políticos. Nunca fue ni será el fin supremo de un candidato estilo Honduras la difusión de los ideales. Es más fácil poner a bailar muchachas en minifaldas y payasos brincando. Lo que vale, según ellos, es tener influencia sobre los engaños bajo las oscuras técnicas de sondeo de opinión y análisis estadísticos, con números manipulados bajo el reflector de la manipulación política.

Hoy día, la ligereza de la mentira cobra más fuerza, según la velocidad de las redes sociales, con el internet la manipulación es más sagaz y ya no se dirige a votantes, sino a usuarios; a su vez, se interactúa individualmente con todos ellos, para expandir su jerga electoral a bajo costo y de inmediato, sin pasar por las tarimas de las viejas concentraciones.

Aparte de eso, el viejo zorro tiene un aire de imagen moderna, pues el candidato ya no puede estar ajeno al avance tecnológico y a la innovación. Con las redes, se siente cercano a la juventud, aunque sea el reptil ochentero que canta las canciones de la mancha brava y la del pechito rojo.

Los parlantes de las bufonadas políticas han sustituido a las democracias. Al debate, al gran discurso de la dialéctica y doctrinas que sostienen las estructuras del poder. El análisis de las bases político-ideológicas, las relaciones con las grandes corrientes del pensamiento político en su proceso histórico y sociológico para las grandes reformas sociales sobre la base de la preservación del sistema político institucional de Honduras.

¡Eso ya no existe!, ese gran sueño de las liberaciones de la república ha sido abandonados por la mediocre publicidad comercial de políticos empalagosos, soporíferos y escuetos, con poquísimas ocurrencias, pero con grandes presupuestos.

¡Es la seducción del espectáculo! Monos de ferias que arrecian en sus maromas para captar la atención de la gente, una estrategia para maquillar fracasos que suelen acompañar al candidato en esta carrera de disfraces y sandeces. A eso le llaman «neuropolítica».

En los años ochenta, era yo una niña escolar, Honduras amanecía recién en su vuelta a la democracia, Suazo Córdoba y Zúñiga Agustinus eran los leones de sus partidos: Liberal y Nacional. En Estados Unidos también despertaba otra campaña electoral más agresiva y de mayor debate. Recuerdo las palabras del entonces candidato republicano, Ronald Reagan: «Se supone que la política es la segunda profesión más antigua de la tierra. He llegado a la conclusión de que guarda una gran semejanza con la primera».

Era verdad, y ahora, bajo el embrujo de la publicidad electoral, sabemos cuál es el tercer oficio más viejo del mundo.