Columnistas

Querido héroe

Si Mauricio Torres Molinero prosiguiera vivo me hubiera remitido esta semana la noticia de BBC Mundo: “Entre 1984 y 1985 la empresa minera sueca Boliden trasladó 20 mil toneladas de residuos tóxicos desde su planta Rönnskär, en Suecia, a la ciudad de Arica (Chile). El relave fue recibido por la compañía chilena Promel, que supuestamente lo procesaría a cambio de un millón de dólares. Por 36 años el depósito de plomo y arsénico, como de cadmio y mercurio, tóxicos extremadamente contaminantes, ha continuado en Arica enfermando a sus habitantes con mil males”. Los testigos registran abundantes casos de cáncer al útero, cáncer al pulmón con metástasis cerebral, cáncer de mamas y fibrosis pulmonar, en tanto otros padecen la enfermedad de Perthes, que afecta los huesos de la cadera, autismo y embarazo molar.

La ONG Servicio Paz y Justicia advierte: “El plomo es metal pesado con reactividad importante dentro del organismo. Provoca un conjunto de disfuncionalidades y tiene efectos a nivel cerebral neuronal: puede incluso provocar la muerte. El arsénico es similar y puede provocar cáncer, desarrollo de tumores y lesiones en la piel”. En los años 80, de hecho, hubo fuertes protestas a nivel mundial luego de que se descubriera que muchos países desarrollados depositaban sus desechos tóxicos en naciones en vías de desarrollo, en particular en Asia, África y América Latina. El Convenio de Basilea (en 1992) contribuyó a frenar tales abusivos tránsitos internacionales.

Una vez dije en público que Mauricio era un “prócer ambiental” de la civilidad y recuerdo que los asistentes de imaginada alcurnia y alto pelaje social se sonrojaron. Pero es que combatió en tantas lides por el ambiente que en modo muy escaso otro hondureño lo puede igualar. Cierta mañana, por 1990, le avisaron desde el exterior que navegaba hacia Honduras un carguero fletado en Estados Unidos por cierto ministro hondureño neoliberal, y que portaba toneladas de excrementos recogidos en Filadelfia para irlos a volcar en La Mosquitia. Por seis días se dio seguimiento a la nave, con auxilio de la marina francesa, hasta que se la localizó próxima a Puerto Cortés, donde se sospechaba podía anclar y dejar el barco abandonado, como en efecto fue. Excepto que por una coordinación ajustadamente exitosa se detuvo a los marinos previo a que abordaran un avión y se les obligó a rehacer su destino.

En 1992 el gobierno nacionalista de R. L. Callejas suscribió un convenio para que la Stone Container explotara por 40 años un millón de hectáreas de pino en La Mosquitia, Yoro y Olancho, por lo que el Frente Ecológico de Honduras, a que pertenecía Torres, derrotó al criminal proyecto de deforestación. Similar batalla suya fue la de Ciudad Mateo. Diez años antes otro enloquecido ministro buscó que el gobierno aprobara un proyecto mediante el cual se cortaría y trasladaría en globos aerostáticos millones de árboles misquitos al más cercano puerto.

Las barbaridades de los políticos hondureños se inscriben de continuo en los catálogos de la infamia y Mauricio fue siempre un vigilante dispuesto a frustrar tales desafueros, como un Quijote ambiental cuya amistad antes, y como hoy su ejemplo y memoria, nos honran y ennoblecen. Ojalá hubiera diez como él.