Columnistas

No somos miserables

Despertarán los vampiros políticos que se nutren de la sangre de incautos y que aprovechan los adjetivos despectivos lanzados contra Honduras para perseguir sus objetivos malignos. Gozan con el desprestigio del país. Honduras no es un pueblo “miserable”, como somos calificados últimamente por personas o instituciones que utilizan estadísticas con metodologías cuestionables y que nos mantienen eternamente en niveles bochornosos de subdesarrollo humano. Sí hay pobreza, eso es innegable.

Nuestra pobreza no es una causa, es efecto, es el efecto de una pobre o ausente capacidad para conducir la nación; para enfrentar y resolver los problemas crónicos del país; para romper las murallas que impiden la superación social, educativa, cultural, política y económica del pueblo. Guillermo Casco Callejas sostenía que “pobre” no es el que carece de artefactos domésticos, de automóviles, celulares, vivienda, educación privada, etc… ni de capacidad para recrearse anualmente en Orlando o disfrutar semanalmente en un restaurante caro. “Pobre” es aquel a quien las estructuras sociales ineficientemente formativas, producto de funcionarios incapaces, no le han proporcionado los medios individuales para enriquecer su bagaje intelectual, su capacidad de autogestión y su poder para alcanzar, por sí solo, niveles superiores de bienestar material. En Honduras no existe un sistema férreo, monopolístico, oligarca y dinástico que controle la actividad productiva nacional. Miles de hondureños, surgidos de sectores más desposeídos de nuestra población, alcanzan su éxito profesional, cultural, deportivo o comercial.

Nuestros egresados de universidades públicas, históricamente, emergen de nuestros sectores de escasos recursos económicos. Es el espíritu de superación, estimulado por padres humildes, muchas veces analfabetas, pero visionarios, de altos niveles morales, los que impulsan a nuestra juventud a romper los grilletes que aprisionan sus sentidos, sus inteligencias y su deseo natural de progresar. Honduras no es “miserable”, es rica; cuenta con grandes tesoros naturales inexplotados, con una posición geoestratégica envidiable y, sobre todo, con un pueblo noble y trabajador; por ello, los que nos corre sangre catracha, no podemos quedarnos “lelos”, mudos, permitiendo que los ofensores crónicos del país nos sigan denigrando.

No somos, ni por asomo, un pueblo narcotraficante, salvaje, violento ni criminal. Si algunos hombres y mujeres apátridas, con nombres y apellidos, han manchado la imagen de nuestra Honduras, es responsabilidad de ellos y de nadie más. Este es un pueblo orgulloso de su estirpe. Los que persiguen la riqueza exprés, manchando la imagen del país, son aquellos involucrados en las redes criminales del hampa criolla, narcotraficantes o, en su caso, por aquellos corruptos que han hecho de la bandera nacional un trapeador contaminado por
la inmundicia.

Las elecciones están próximas, debemos escoger candidatos de alto nivel moral y capacidad. Lo contrario sería seguir montados en las mismas viejas mulas que caminan con paso cansino por las mismas veredas del atraso y el subdesarrollo. Los pueblos americanos están dando vuelcos extraordinarios contra la corrupción, la pobreza y el desengaño, nosotros incorporémonos al cambio ¡BASTA YA de que el pueblo sea su propio verdugo!