Columnistas

Una pobreza intencionada

En 1895 Conrad Röntgen descubrió los Rayos X y reforzó la teoría del campo electromagnético, que es el espectro de radiaciones que según su longitud forman las ondas de radio, microondas, infrarrojos, luz visible, ultravioleta, rayos equis y gamma, propagadas en el vacío a velocidad de la luz (300,000 km/segundo), cosa que hacen —oh maravilla— sin soporte material alguno. Los presocráticos creían que ellas se desplazaban dentro de una sustancia muy ligera o quintaesencia que como fluido llenaba los espacios del universo y que llamaron éter o quinto elemento de la naturaleza (tierra, agua, fuego, aire). Las naciones republicanas decretaron que ese dominio pertenece al Estado y que sólo debe usarse con su permiso.

Desde entonces se aceptó que la radiodifusión, y luego la tv, se emplearan para el bien común y no en exclusivo para el lucro ya que bajo el concepto del Estado de bienestar —cuando los recursos de los ciudadanos son para usufructo de los ciudadanos— deben aportar información, educación, formación moral y valores, no basura como ocurre desde hace treinta años con la viciosa complacencia de Conatel, entidad encargada de regularlas en Honduras. Hasta 1980 ella impedía al patán tocar un micrófono y vedaba el uso de palabras groseras en los medios.

Fuera de algunas radioemisoras correctamente gobernadas, la mayoría de pequeñas estaciones hondureñas son modelo de mediocridad con frecuencia conducidas (locutadas, amenizadas) por jóvenes no sólo inexpertos sino sin visión artística, sin habilidades profesionales y menos ética. En México y Chile nadie transmite su voz al oyente si no egresa de una escuela de radiocomunicación (Radio Uno dirige la única existente en Honduras), lo que era similar en Guatemala hasta hace una década.

Acá se contrata, por lo opuesto, a lo ineducado y barato, lo que es sinónimo de escasa calidad, dando lugar a toda una generación de improvisadores cuyo atractivo culmen es leer dedicatorias de cumpleaños, decir torpezas o anunciar reguetón.El medio deja de ser, así, vehículo para que crezca la comunidad y se vuelve instrumento de alienación, repetidor de la ignorancia de algunos radioescuchas, de sus prejuicios y de algo de estupidez. Peor, reniega de su deseada misión: fortalecer la identidad, alimentar el civismo y construir una mejor república.

Contribuyen a ello los anunciantes pues consienten lo vulgar. En El Salvador es lo opuesto: se comenta las efemérides diarias y los mensajes publicitarios llaman usualmente a lo nacional y solidario. “Caribegás” copio “prestando energía al desarrollo de la patria desde hace zeta años”; “Tienda Sol te invita a que consumas lo nuestro pues así activas la economía y generas empleo”, agregándose a ello la presencia de emisoras oficiales y comerciales que sin ser clásicas son selectivas.

En nuestro país el azar crea una curiosa división. Emisoras del centro del país (Comayagua) y de occidente exhiben superior calidad de programación que las de la costa norte, donde la música de décadas previas y la instrumental son desconocidas. Luce como que las ondas etéreas en vez de superarnos contribuyen a que olvidemos el pasado, banalicemos el presente y despreciemos el porvenir. Qué lástima.