Columnistas

No todos los políticos son iguales

Esta vez estoy en Coyoles Central, cerca de Olanchito. Espero a un ingeniero con el cual hablaré sobre algunos equipos eléctricos. Mientras, el sol baña con su luz una enorme plantación de plátano y el calor del mediodía empieza a sentirse. Mis compañeros de viaje desde hace unos momentos aprovechan el tiempo y escriben correos a la sombra de un árbol. Por mi lado, me acerco al guardia para conversar un rato. Ya peina unas cuantas canas y por lo que cuenta, conoce la zona y a sus habitantes como a la palma de su mano. El covid es tema de inicio obligado, el guardia me cuenta uno a uno los parientes perdidos recientemente por la pandemia. Incluida a la prima que dejó sin sostén a un hijo con habilidades especiales y que ahora ven en su familia quién tomará el relevo para hacerse cargo de él. Como la peste del 2020 confina a sus víctimas a morir aisladas, la despedida de esta madre con su hijo tuvo que ser virtual… se me hace un nudo en la garganta y desvío la conversación a la diligencia del pueblo de Olanchito que suplió las necesidades de centros asistenciales organizando una colecta para construir uno. De la iniciativa ciudadana pasamos a conversar sobre los candidatos de las próximas elecciones. Los pocos minutos de conversación me hicieron descubrir la sabiduría con que este hombre enfocaba las diversas situaciones. “Muchos tratan de meter tristeza y desesperanza en la gente. Una forma de hacerlo es hacerles pensar que todos los políticos son oportunistas y corruptos”. Este tema me recordó una conversación reciente con un amigo que me decía que no votaría en las próximas elecciones ya que no quiere convertirse en cómplice del “acto de circo” que en Honduras algunos llaman democracia. Mi interlocutor, buen platicador, continúa: “Sería tonto de mi parte votar por los que ya tuvieron su oportunidad y la malgastaron dejándose llevar por los atractivos del poder, del dinero y la corrupción. Pero a muchos aspirantes nuevos los conozco en su vida privada y tienen buenas intenciones. Ahora se trata de darles su oportunidad de querer cambiar las cosas para mejor”. Que existan problemas y personas deshonestas e injustas no nos puede hacer renunciar de ver hacia el futuro. Se avanza y se mejora viendo hacia adelante, teniendo presentes nuestros defectos como sociedad para ponerles solución. Pero tampoco podemos dejar de ver los avances, tal vez pocos e insignificantes comparados con los que deberían haber sido o los que otros países han conseguido. Afortunadamente no podemos meter en el mismo saco a todas las personas como nos sugieren los inclinados a clasificar y a controlar a los demás poniéndoles una etiqueta en la frente. Me lo enseñan mis amigos que militan en diferentes partidos políticos y que me consta, son honrados y tienen buenos deseos de un mejor país. Sería ingenuo negar que yo mismo, y por lo tanto ellos también, no tenemos la receta mágica para resolver en un dos por tres errores que como sociedad hemos venido cultivando pacientemente por muchos años. La conversación terminó con la pregunta del guardia: “Y usted ingeniero, ¿irá a votar en las próximas elecciones?”. Le contesté que no he dejado de hacerlo desde 1990, tampoco será esta la excepción. Puedo decir con orgullo que soy parte del problema al haber elegido a algunos que defraudaron mi confianza, pero por esto mismo, gracias a Dios, puedo decir una vez más que quiero ser parte de la solución y no refugiarme en la cómoda indiferencia que gasta sus energías en criticar lo que otros han dejado de hacer.