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Un sencillo propósito para 2021

¿Se puede ser feliz sin ser monje budista? Dice un monje budista que sí, y no cuesta tanto como una mansión en Las Lomas o el nuevo Mercedes Benz, solo hay que ser amable, compasivo, abierto con los demás y sentirse satisfecho con el entorno; seguro que muchos, como propósito de año nuevo, mejor le apostaron a un carro, una casa, o adelgazar, que a ser atentos.

En estos tiempos sórdidos del capitalismo brutal, que promueve el individualismo, la competencia en vez de la colaboración, y a costa de lo que sea; el consumismo como estándar de felicidad; y la valoración de las personas por lo que tienen; hablar esto parece necio, aburrido y hasta utópico.

De hecho, a nadie le gusta pensar en estas cosas, enfrentarse a sus propios vicios y demonios; dominados por la pereza mental, el pensamiento congelado, es más cómodo dejarse llevar por la corriente, que otros decidan por uno, sumarse al montón; vivir el día con sus asedios, prisas, banalidades, estrés, desasosiego, infelicidad.

Matthieu Ricard, francés de 74 años, es doctor en biología molecular, monje budista y asesor del dalái lama. Los investigadores, inquietos por saber qué pasa en la cabeza de alguien dedicado a la meditación, lo sometieron a resonancias magnéticas con 256 sensores, para detectar sus niveles de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y otras sensaciones, según lo publica la BBC.

Lo declararon “El hombre más feliz del mundo” que, por supuesto, a él le parece pretencioso, y cree que sería una lástima que la felicidad fuera solo para los budistas, o para los monjes; es decir, que está al alcance de cualquiera, solo practicando altruismo y compasión.

Como se ve, no se trata de religiosidad, ideología política, instrucción académica, y ni siquiera de herencia genética; pues, aunque nacemos con ciertas tendencias naturales, los científicos de neurociencia han demostrado que con entrenamiento se pueden cambiar y adaptarse a nuevas conductas y experiencias, ese descubrimiento fantástico que llaman neuroplasticidad cerebral.

Si lo pasamos en limpio, significa que la plasticidad del cerebro se adapta a todo, si alguien pasa enojado, esa será su respuesta habitual a todo, y sobran los adictos al egoísmo y a la desdicha; pero si se cultiva el altruismo y el equilibrio emocional, se recibe a cambio la felicidad del amable y benevolente.

Y el hombre más feliz del mundo también se pone triste, y es normal dice Ricard, sobre todo cuando se conoce una masacre, una injusticia, la desigualdad social, la pobreza; pero esa tristeza debe llevar también una acción para hacer algo con lo que produce el sufrimiento.

No es que en una mansión se viva mal o que en un Mercedes se vaya peor, tampoco que el deseo o la riqueza conlleven sufrimiento, el problema está en el apego, la obsesión y el aferramiento. Cambiar eso sería todo un detalle y un propósito ¿sencillo? para este impredecible nuevo año.