Columnistas

Broma bromeando

ace más de 40 años, Raúl Cálix Pavón –mi padre–, publicó un artículo periodístico bajo el título que hoy encabeza este, en uno de esos diarios que mi memoria de niño sólo recuerda como sábanas enormes y difíciles de doblar.

En su columna analizaba graves noticias y sucesos cotidianos de aquellos tiempos, con socarronería, sin tomárselos muy en serio.

Criticaban, por ejemplo, la forma de conducirse por la vida y por las calles de los conductores de autobuses y los taxistas (en ese tiempo “treinteros”), al igual que los sospechosos incendios de prósperos negocios, que emergían meses después cual aves fénix gracias al pago de oportunos seguros contra incendios.

Su punzante forma de ver la realidad la practicó incluso cuando la ceguera ensombreció su vista otoñal, algo que no ocurrió con su fresco y ocurrente sentido del humor, natural entre los de su generación.

Esa agudeza, plagada de pausas y frases de doble sentido, había sido adquirida en las conversaciones vespertinas de las esquinas de los barrios, cafeterías y bares de la vieja Tegucigalpa e identificaba a quienes como él crecieron entre las décadas de los treinta y cuarenta, en aquellos días complicados de la “bendita paz”. Los contemporáneos de mi padre aprendieron a hablar entre líneas, sin decirlo todo y medio en broma.

Aunque los tiempos son diferentes, valdría la pena aprender un poco de ellos y reír más mientras transcurren estos días aciagos.

Los caricaturistas son buenos maestros de lo antes dicho. Chiuz, McDonald, Banegas, Chávez, por citar algunos, dominan el arte de sacar sonrisas de nuestra miseria humana, del mismo modo en que lo hacían la versión periodística de Jorge Montenegro (Monteblack), Armando García (Armándola) y Otto Martín Wolff, quienes saben combinar finas ironías e inmisericordes críticas a la conducta de la gente y autoridades de hoy.

En la radio perviven los ingeniosos Redondo Licona y Valladares (los de la Noticia sin Malicia) y el eterno Carlos Salgado (QDDG) cuyo intemporal “Frijol El Terrible” suena tan actual como antes.

En nuestro “Camelot” criollo, mucha gente no lee, escucha ni mira noticias, y es así que se privan de reírse un poco. En medio de temas muy serios de la realidad nacional, los noticiarios están salpicados de historias chuscas, narradas por reporteros que son genuinos comediantes en vivo (de “stand-up comedy”).

Aunque haya quien se queje de este estilo periodístico, lo cierto es que hacen realidad aquello de “al mal tiempo, buena cara”. Si nos ponemos más serios, los hallazgos de las investigaciones periodísticas (como las de EL HERALDO) han hecho quedar en ridículo a más de alguna de las instituciones oficiales encargadas de hacerlo. ¿No es para reírse acaso que se investiguen hechos que eran de notorio conocimiento y que las autoridades muestren sorpresa? Yo opto con frecuencia hacer mofa de muchas de las cosas que nos pasan. Río para no llorar o “me hago el loco”. Es porque me he fijado en los pobres orates que deambulan a granel por nuestras calles y he observado que siempre sonríen. Y es porque, sin saberlo, son más felices que quienes se toman la vida en serio.