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Símbolos patrios: controversia bizantina

ecientemente, se ha despertado el interés de utilizar bien los colores oficiales de la Bandera Nacional. Cuando el presidente Medina decretó en 1866 el uso de las franjas azules y blanca, con cinco estrellas azules en su centro, no precisó la tonalidad del azul.

La disposición de colores no era caprichosa: la última versión de la insignia de la Federación centroamericana era similar y azul oscuro, consistente con la importante producción de añil de la época. El istmo, ávido de paz y bañado por dos mares, era representado poéticamente. Roto el pacto federal, las cinco estrellas en el centro del lábaro serían recordatorio nostálgico y a la vez aspiracional.

Durante casi ochenta años, se aceptó este diseño como representativo de la hondureñidad. El tono azul utilizado varió entre el azul oscuro, el azul medio, el azul puro, el azul añil y el azur (aún hoy vemos esa amplia gama en enseñas oficiales y en productos que se ofrecen comercialmente). En enero de 1949, el último año del Cariato por cierto, el Congreso Nacional añadió más confusión al tema decretando que el azul de la bandera es el turquesa, mucho más claro que los de uso tradicional e histórico (¿No querrían referirse al azul turquí, tonalidad oscura semejante al añil?).

Este desaguisado legislativo iba a contracorriente de los colores azules imperantes en las calles, por lo que no extraña haya corrido igual suerte que la adopción oficial del sistema métrico decimal a fines del siglo XIX y fuera resistido.

Sobre el Escudo, aunque a alguno no le guste por recargado y difícil de reproducir (todos sufrimos en la escuela cuando había que dibujarlo), no hay mayor debate: es aceptado por la generalidad, por su rico simbolismo.

No le pasa igual al Himno Nacional, principalmente porque su lírica es difícil de apreciar desde la pobreza del lenguaje coloquial: se cuestiona su tamaño, sus imágenes y aire heroico, que hoy contrasta con la aspiración pacifista y no violenta del país. Para más inri, su descripción del azul de las estrellas de la bandera (“pálido”), agrega leña al fuego arriba descrito.

Esta controversia es bizantina, inútil, y se circunscribe en un contexto ávido de encontrar argumentos que aticen la polarización entre la población. Una Ley sobre el Escudo, la Bandera e Himno nacionales para regular su uso, características, difusión y honores zanjaría de forma definitiva el asunto, pues habría de fundamentarse no en una opinión lega y caprichosa sino en el análisis especializado de historiadores y en la teoría del color, tal y como lo dicta la Comisión Internacional de la Iluminación (CIE), autoridad internacional en luz, iluminación, color y espacios de color.

Estos tres símbolos patrios que nos representan han de unirnos más, nunca distanciarnos.