Columnistas

Democracia de párvulos

Mañana 10 de septiembre es la fiesta infantil donde los políticos se disfrazan de hermosísimos “angelitos” con el objetivo de exhibir sus hipocresías envueltas en papel ornamental, que corrompe las alegrías de los más chicos.

Los herodes de este Parlamento se regocijan engañando a los niños, dándoles confites envenenados de falsedad, al hacerles un Congreso Infantil, donde no tomarán en cuenta ninguna palabra que ellos, inocentemente propongan, menos aprobarlas, ni simbólicamente; porque el afán de los gobernantes es hacer creer que la democracia es un festejo donde todos disfrutan sus payasadas y sus cínicos acuerdos a fin de asaltar el poder por encima de los sueños de los infantes.

Haber nacido en Honduras ya es un augurio de delito al pretender gozar de derechos humanos elementales, mientras la existencia de millones camina en el filo de la navaja demagógica de los rectores de políticas públicas que favorezcan a los que un día serán los hombres y mujeres que cambien el destino de este pueblo, que le ha creado un campo minado de dudas. Sin embargo, el país es un holocausto de injusticias y peligros para miles de pequeños que se enfrentan a una vida de penuria y de falta de oportunidades: menores debajo de cinco años siguen muriendo hoy por hoy por causas que se pueden prevenir, como la diarrea, la neumonía, dengue y enfermedades respiratorias, encima de esa calamidad muchas criaturas han sido sometidas al desplazamiento forzado por la inseguridad y la violencia paralizante, que ha heredado los complacientes movimientos que el dominio ha establecido con los delincuentes sus narcoactividades.

La extrema pobreza deja por fuera del sistema educativo a niños y adolescentes y los obliga al trabajo desproporcionado y los condena a una infancia crapulosa. Hay que invertir, no solo por una necesidad moral, sino por un principio de realidad sujeta a la edificación de una nación mejor, para espacios de expresión y desarrollo personal como una dimensión y derecho fundamental a la libertad para que los críos y adolescentes ejerzan ese beneficio de manera individual y colectiva. Debemos de empoderarlos a la sensibilización, denuncia, promoción y defensa de derechos con miras a lograr la inclusión en esta sociedad que los desprecia y los humilla. Si en verdad quieren celebrarles o parecer demócratas, no hagan
esa pantomima.

Constrúyanles escuelas, teatros, plazas pedagógicas, facultades de arte, áreas deportivas, entre otras, para el proceso instructivo de los párvulos, que, por el contrario, se han encargado de saquearlos. Si hasta los zapatos les han robado a sabiendas que descalzos las espinas de la miseria humana les traspasará los pies de estos niños que dicen ustedes “amar” con el pecho ardido y cálculos para los votos del futuro.

Esta infancia ha perdido el horizonte de una democracia, que asiste solo a corruptos. Pero no a la lucha de cambiarlos y mandarlos al basurero de la historia. Tal como cita Eduardo Galeano: “La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende”.