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El peso de la costumbre: la chascada

Quienes gustan de la cocina saben que las proporciones son esenciales para el éxito de una receta. Desde la cantidad de ingredientes líquidos y sólidos, hasta las correctas temperaturas y tiempos de preparación.

No tomar en cuenta el necesario laudado y reposo de una masa significó para mí un desastre con una rosca de reyes que todavía me recuerdan en casa cada 6 de enero. La prisa y agradar a los comensales jugaron en mi contra, del mismo modo que confundir medidas puede acarrear consecuencias catastróficas.

Un orbitador del clima de Marte se perdió en 1999, al intentar orbitar el planeta y destruirse al entrar en contacto con su atmósfera, todo porque el equipo de la NASA que lo controlaba utilizó sistema inglés (imperial o anglosajón) para hacer sus cálculos, sin saber que un contratista había usado el sistema métrico decimal en una pieza del programa informático que operaba la nave desde la Tierra.

Emplear base numérica decimal (10) reporta ventajas cuando se hacen cálculos de múltiplos y submúltiplos de longitudes, áreas, volumen, peso, por su lógica (tenemos diez dedos en las manos). Otras culturas antiguas emplearon otras bases numéricas como la duodécima (12) -los egipcios- y la sexagesimal (base 60) -los sumerios y babilonios-, cuya utilización persiste en elementos cotidianos como la medida de los días y la forma de calcular ángulos, coordenadas geográficas y tiempo. Después de muchas eras, tenemos todavía días de 24 horas, horas de 60 minutos y minutos de 60 segundos. Vale decir que minutos y segundos no se utilizaron sino hasta el siglo XVI, pues los relojes realmente se encontraban divididos en mitades, tercios, cuartos y a veces en 12 partes, pero no en 60. Hicieron su parte los relojes mecánicos que sustituyeron el uso del sol y la influencia de la Iglesia con sus horas canónicas -maitines (medianoche), laudes, prima, tercia, sexta (mediodía), nona, vísperas y completas- demarcadas todas a golpe de campana. Los mayas aplicaban base vigesimal (20), pero no solo ellos como se aprecia en la lengua francesa, danesa y euskera.

Quizás no se pueda hacer gran cosa para cambiar lo que no lograron milenios (el fracaso revolucionario francés con los meses y los días lo demuestra). Pero emplear de una vez por todas el sistema métrico decimal vendría a resolver muchas arbitrariedades que sufrimos como consumidores. Normas como el “Reglamento centroamericano para el etiquetado general de los alimentos previamente envasados (preenvasados)” (RTCA 67.01.02:10) ayudarán a ese propósito, pues no solo obligan a informar de ingredientes, origen, fechas de elaboración y vencimiento, sino también a incluir contenido neto y peso escurrido, en “unidades del sistema internacional”. Serán escuelas, colegios, centros de salud e instituciones públicas las que lo hagan valer en el día a día.

Aunque se sepa qué es una vara, un tonel, un jeme, un rimero, una ristra o una pizca, cuando se quiera medir, comer o cocinar, no olvidemos que la falta de certeza solo da lugar a las “cuentas de míster Garrison”, con las que solo ganan “los que pesan” pues todos los demás perdemos.