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El tour de la vergüenza

El viernes pasado estuve en la entrega de víveres a unos padres de familia con hijos en el Instituto Tecnológico Taular. Se trata de un colegio de educación secundaria que brinda oportunidades de estudio a jóvenes de escuelas públicas de Tegucigalpa.

Me quedé profundamente conmovido cuando Marta, una de las promotoras de esa ayuda, me presentó a algunas de las madres presentes y sus historias. Una de ellas, que vive en una colonia aledaña a la Nueva Capital, nos contó que acogió generosamente en su casa al compañero de su hijo. Su madre tuvo que salir de la ciudad por razones de seguridad y el joven, que es buen estudiante, no quiso perder su única oportunidad de estudio.

Fui escuchando otras historias de personas de condición humilde que llevan con heroísmo toda clase de carencias. A veces las necesidades de medicinas, educación o transporte apremian tanto que obligan a eliminar el único tiempo de comida que hacen al día. En ocasiones es difícil resolver el dilema entre dar alimentos a sus hijos o decidir enviarlos a recibir el pan del saber.

Vinieron a mi cabeza, por contraste, la vida fácil, cómoda y a veces necia -incluida la mía- en que pensamos tener todo resuelto. En estas condiciones es fácil mirar a otra parte y no darse cuenta de las necesidades apremiantes de los otros. Son tantos en este país con una vida irreal, desconectada de la necesidades de la mayoría. Viven de las apariencias gastando en lujos, fiestas y toda clase de despilfarros.

En esta línea, fue interesante la invitación que la presidenta del Colegio Médico, la Dra. Suyapa Figueroa, dirigiera a los ciento veintiocho diputados para hacer el “tour de la vergüenza”. De esta manera conocerían de primera mano las condiciones en que funciona el Hospital Escuela Universitario. Me pareció una excelente forma de despertar de la superficialidad en la que viven algunos padres de la patria. Piensan resolver todo con base en leyes y decretos, algunos tan alejados de las necesidades verdaderas de nuestro país.

Hace algunos meses llegó a mi teléfono celular una gráfica. Decía lo siguiente: “Si Honduras fueran cien personas: sesenta y cinco viven bajo la línea de pobreza, cuarenta y siete trabajan en el sector informal sin protección laboral y social, cuarenta y cuatro no pudieron finalizar la educación secundaria, cuarenta y tres sobreviven con menos de L 58 al día, veinte concentran la mitad de todos los ingresos económicos y una posee la cuarta parte de las tierras del país”. Alguno podría discutir la mejora de uno que otro de estos datos. Sin embargo, sólo basta con salir un poco de nuestro círculo de acostumbramiento o indiferencia para darnos cuenta que no son tan alejados de nuestra realidad.

Con motivo de los clamorosos casos de corrupción que están saliendo a la luz en estos días, pensé en la oportunidad de la recomendación de la Dra. Figueroa. Tal vez sería aleccionador que los amigos de los fondos públicos hicieran un “tour” por las escuelas que dejaron sin pupitres o los centros de salud que están sin medicinas. Tal vez valdría la pena que conversaran con los empleados públicos de condición humilde que reciben un exiguo sueldo y además con tres meses de retraso.

Qué alegría nos daría a muchos que los diputados acogieran la invitación a ese recorrido por el Hospital Escuela Universitario. Por mi parte, renuevo el deseo de acompañar a Dña. Marta en su próxima visita a las familias que generosamente atiende. Confío en las palabras con las que se despidió: “Esa visita le servirá para llenarse de fuerza”.