Cartas al editor

Romantizan el trabajo

Sigo sin entender por qué romantizan el trabajo que les tocó realizar a algunos personajes de ciertos sectores políticos, hasta el punto de que se ha distorsionado la realidad. Si siguen buscando culpables de su sufrimiento, seguirán repitiendo las mismas experiencias hasta que despierten y se hagan responsables de su vida. Dejemos de romantizar lo vivido.

Ante la grave situación económica, la escasez y el hambre, la gente empieza a recordar con nostalgia lo que ha vivido y algunos sienten lástima al punto tal que su alter ego se siente lastimado.

La nostalgia que, en determinado momento, se puede sentir por los recuerdos de la niñez, de su ambiente afectivo y de apego a su infancia los daña. Romantizar con la nostalgia implica cegarnos a una realidad: los intentos de ser libres y sin ataduras se vuelven imposibles porque no dejan que puedas soltarte de los recuerdos.

Yo mismo he padecido esa visión romántica, en tanto que pertenezco a una generación de hondureños que vivimos la imposición de la cultura con distintas banderas ideológicas. Todos los días, en todo el mundo, millones de personas tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo, lo hacemos para sobrevivir.

A nosotros también nos gustan los mercados bien abastecidos, los armarios llenos de ropa, la conexión a internet de alta velocidad, los vehículos de último modelo y las vacaciones en el extranjero. ¿Capitalista? ¿Comunista? ¿Antiecológico? Seguramente. Pero te llevas las manos a la cabeza cuando somos nosotros quienes lo queremos, no cuando eres tú quien lo disfruta.

La pobreza no es exótica. Nadie que es pobre está contento de serlo. No hay poesía en racionar el arroz, no hay éxtasis en los zapatos con agujeros, no hay felicidad en la gotera sobre la cama. Creer tal disparate es perversidad y volverse perverso al superar tal situación es excelsa maldad. Qué pena.