En una aldea del departamento de Olancho, hace algunos años ocurrió un suceso que estremeció a muchos de los pobladores de esa localidad. La mujer de Francisco Ayala, había tenido un aborto natural de su bebé de casi nueve meses, fiel a su tradición católica el cuerpo sin vida de la pequeña fue velado en el patio de la casa de los abuelos paternos, el mismo que estaba lleno de personas amigos de la familia.
Una semana después llegaron de visita unos familiares que venían de lejos, el tío Carlos, su esposa, su hija, su yerno, sus tres nietos y la sobrina de la esposa, los niños como a eso de la una la tarde ya se les notaba cansados, pues habían andado corriendo por todo el patio desde de las diez de la mañana que llegaron, y como a eso de las seis, cuando el sol acaba de esconderse detrás de las montañas, Juan Alberto, de apenas seis años empezó a convulsionar, al pequeño Andrés, le empezó a doler mucho la cabeza, y a Luisito, le dio un ataque de ansiedad pues gritaba y lloraba desesperado, se agarraba la cabeza y botaba saliva, en seguido fueron trasladados al hospital de Juticalpa, solo para que sus padres recibieran la noticia a horas tempranas de la mañana que sus hijos se quedaron en estado vegetal; casi veinte días después llegó la hermana de Francisco, de la capital industrial a ver como estaba su hermano y sus padres, acompañada de su única hija de doce años pues su esposo esos días tuvo que trabajar, la pequeña Rosa, era muy activa, coloreaba a sus abuelos, le gustaba leer cuentos a sus abuelos, y cuando estaba cepillando sus dientes ya para dormir, la niña sufrió un ataque de epilepsia según mencionó alguien horas después de lo ocurrido, dicho ataque la hizo caer y pegar su cabeza en la grada de la pila la cual le quitó la vida instantáneamente.
En menos de tres meses nadie entendía que pasaba, solo sabían que aquella familia se había llenado de luto, y mientras velaban a Rosita, un niño alarmado gritó ¡una lechuza, una lechuza, me duele la cabeza, ahí en esa rama! (Cuento)
