El acuerdo de paz entre pandillas en El Salvador es un modelo que no debería aplicarse en otros países, como el caso de Honduras, debido a que estas agrupaciones delincuenciales no están dispuestas a abandonar su lucrativo estilo de vida criminal, según analistas.
El experto salvadoreño en el tema de criminología, Carlos Ponce, dijo a EL HERALDO que este pacto es frágil debido a que un marero, principalmente el cabecilla, tiene un modus vivendi en base a extorsiones y otros delitos que le generan una alta rentabilidad que difícilmente abandonarían para vivir de forma honesta.
“Las pandillas de El Salvador han logrado un grado de evaluación donde se vuelve poco probable de que los cabecillas estén buscando cesar su actividad delincuencial porque están en su punto más álgido, han llegado a la cúspide de su carrera delincuencial y es muy poco probable que estas personas estén dispuestas a dejarlo todo”, expreso.
Ponce considera que en el caso de Honduras, donde autoridades de la Secretaría de Seguridad han viajado a El Salvador para conocer el proceso y saber si se pueden replicar, las pandillas viven de la alta renta que les generan las extorsiones y otras acciones penales.
Por eso, “en el caso de Guatemala y Honduras definitivamente que yo no veo positivo” que imiten este pacto porque “puede ser” que las maras de estos países tengan una realidad igual a la de las pandillas salvadoreñas.
El fenómeno de las pandillas hondureñas tiene un componente adicional que las diferencia de las de El Salvador y es que están al servicio del crimen organizado y este aspecto podría generar mayor dificultad para que establezcan un acuerdo de paz, opinó. “Hay que ver la interacción de las pandillas con esos grupos y ver qué nivel de evolución tienen las pandillas en relación a esas estructuras”, remarcó Ponce.
¿Sin futuro?
En base a esta lectura de los hechos, el analista vaticina que el acuerdo de paz entre las maras salvadoreñas “no tiene futuro” y “es probable que esto se caiga (culmine) de aquí a unos meses porque descansa sobre una fragilidad enorme”.
Las pandillas Salvatrucha y 18 de El Salvador iniciaron el 9 de mayo pasado un proceso de alto de agresiones entre sus miembros y, se supone, una reducción de sus actividades delictivas.
El objetivo es, plantean cabecillas de las agrupaciones, que a cambio de abandonar la comisión de crímenes, los integrantes de las maras reciban oportunidades de empleo y que se mejoren las condiciones en que viven los pandilleros en las cárceles, entre otros.
Fuentes de empleo
El director de Centros Penales de El Salvador, Nelson Rauda, aceptó que el acuerdo entre las pandillas no será sostenible si otros actores no se incorporan a la iniciativa, como por ejemplo que el sector empresarial decida generan fuentes de empleo para los mareros.
“Para nosotros es clave la empresa privada, el empresariado tiene que tener un rol más activo en este tema, porque si hay algo que nos afecta a todos por igual es la violencia, los empresarios pagan altos costos por seguridad y esto merma el nivel de rentabilidad de sus empresas”.
El funcionario indicó que cierto sector de la empresa privada ha conformado un grupo denominado “humanitario” que ha tomado nota del esquema del acuerdo para de ver qué manera se involucra.
Rauda recordó que el proceso de paz inició cuando monseñor Fabio Colindres se reunió con familiares de pandilleros presos y le expresaron la preocupación que tenían por la condiciones en que estaban en los centros penales.
Muchas dudas
Para el coordinador de la organización Luz y Fuerza, Javier Martínez, que trabaja con jóvenes en riesgo, la tregua de los mareros ha estado llena de incógnitas por la forma en que se diseñó y eso hace que se generen muchas dudas sobre la sostenibilidad del mismo.
Algunos jefes principales de maras que han establecido el acuerdo al parecer no tienen control de todos los miembros de sus denominaciones, por lo que no hay seguridad de que todos los integrantes lo acepten, indicó.
“Vemos que hay decisiones que no tiene alcance a nivel nacional, entonces eso genera cierta fragilidad del acuerdo”, expresó.
En varios municipios donde las pandillas han sembrado el terror siguen presentándose actos delictivos que se achacan a los mareros, una situación que explicaría que no haya consenso en el acuerdo.
La suspensión de agresiones ha provocado reducción de homicidios, pero “sigue habiendo extorsiones, sigue habiendo otras formas de violencia y esa parte todavía no la tienen resuelta”.
“Estas cosas son las que nos hacen dudar si la tregua va a ser sostenible y cómo ir avanzando en una etapa que sostenga el proceso y el diálogo para la recuperación de la paz”, expresó.
Ayuda
La tregua de las pandillas ha llamado la atención de organizaciones que trabajan con jóvenes pandilleros para rehabilitarlos, en Estados Unidos, que han visitado cárceles en El Salvador, donde se encuentran mareros, para conocer de primera mano cómo funciona el acuerdo.
Para Juan Pachecho,un expandillero que labora en Barrios Unidos, una entidad cuya función es rescatar jóvenes de pandillas en Estados Unidos, opinó que el marero es una persona con capacidad de enderezar su camino, como sucedió con él, y en la medida en que reciba apoyo de la sociedad le será mas fácil lograrlo.
Por su lado, Carmen Pérez, de The Gathering for Justice, es del parecer que los pandilleros merecen una segunda oportunidad y que un acuerdo de paz entre ellos demuestra la voluntad que tienen.
Los representantes de la delegación estadounidense coincidieron en que el fenómeno de la deportación de indocumentados de Estados Unidos hacia los países de la región puede representar un obstáculo para el éxito del acuerdo, ya que entre los repatriados podrían llegar pandilleros que no comulguen con el proceso de conciliación.
Entre los pandilleros que han aceptado el trato se encuentra Lodwuing Rivera, miembro de la 18 que reclama respaldo de la sociedad para que el acuerdo no fracase.
“Sabemos que es difícil que no nos crean, pero vamos para adelante y no pensamos abandonar lo que tanto nos ha costado”, expreso el pandillero.
“Esta es la decisión que hemos tomado, hemos consultado con todos los miembros de la pandilla y esta es la mejor manera de establecer la paz en el país, esto ha sido una coordinación de las dos pandillas”.
Rivera, condenado a ocho años de prisión por portación ilegal de armas y al que le faltan dos años para salir libre de la cárcel de
Quetzaltepeque, dice que las autoridades policiales “no nos han dejado de reprimir con megaoperativos” mediante los cuales allanan casas de familiares de mareros de forma ilegal.