José Laínez es capaz de jurar por la memoria de su madre -con tal de que le crean- que el pasado 24 de diciembre, después de las 12:00 de la noche, vio cruzar por el anillo periférico a un hombre “extraño” montado en un caballo negro.
Laínez, quien iba en su vehículo, manifestó que solo pudo avanzar unos cien metros cuando en eso comenzó a sentir la cabeza pesada, a la vez que un escalofrío le recorría todo el cuerpo a punto de provocarle un desmayo.
“Juro por esta y por mi madrecita santa que no miento ni son inventos, yo vi a ese hombre, iba vestido de negro, el caballo también, los dos echaban fuego por los ojos”, declaró al momento que hacía una cruz con sus manos y la besaba.
Sueño o realidad, desde tiempos remotos hay capitalinos que aseguran haber visto fantasmas o malos espíritus en algunos barrios y colonias de Tegucigalpa y Comayagüela, y que estos no son producto de la imaginación.
De esta manera, estos hechos insólitos se han convertido en leyendas, que de alguna u otra forma han echado raíces en la mente en la mente de muchas personas.
El carro fantasma
Manuel Flores, habitante de la colonia Ramón Villeda Morales, declaró que en este sector sale un carro fantasma que lo que deja a su paso es una “sonaraja” de latas y levanta una polvareda.
El asustado refirió que una vez se enfermó del estómago y necesitaba ir con urgencia al hospital y decidió esperar un carro que le diera jalón porque no llevaba dinero.
Iban a dar las 11:00 de la noche cuando Flores esperaba a que pasara una alma piadosa que lo llevara. A lo lejos en la carretera, vio las luces de un carro que se acercaba lentamente.
Cuando menos acordó en fracción de segundos, vio que el vehículo ya iba adelante, haciendo ruido y dejando una nube de polvo.
“Mejor me vine del lugar para la casa, pues eso no era cosa buena sino que un azoro, pues ya me habían contado que salía un carro fantasma pero no lo quise creer. Es que dicen que cuando uno no cree en esas cosas más rápido lo asustan a uno, pero ahora sí sé que sale”, expresó.
La versión de Manuel Flores la confirma Liliana Godoy, pobladora de la Villeda Morales.
Ella también manifestó que el famoso auto fantasma la asustó, y que se llenó de mucho pánico, que incluso quedó enferma de los nervios.
Al parecer, el misterioso automóvil no solo sale en la capital, sino que en otras ciudades y pueblos del país, entre estos Morocelí, Catacamas, San Antonio de Oriente, Choluteca y Mezapa.
Ignorancia
A criterio de Teodosio Mejía, director de Orientación Psicológica del Instituto Hondureño de Negocios, ese tipo de leyendas de “aparecidos”, “la lechuza”, o que sale el diablo, se atribuyen a dos componentes: cultural y educativo.
En cuanto al aspecto cultural, el profesional señaló que hay que tomar en cuenta que Honduras ha ido de la mano con las supersticiones, como parte de un pensamiento mágico-religioso.
De esta manera han surgido infinidad de leyendas, cuentos o creencias, que se atribuyen a la imaginación.
Una de las supersticiones es que la mayoría de los espantos coinciden en una misma hora (pasadas las 12:00 de la noche), además que solo le salen a una persona, no a la colectividad.
En cuanto al factor educativo, Mejía aseveró que una persona que tenga menos escolaridad se le hace más fácil creer en cuentos de fantasmas.
“Estas situaciones son producto de la ignorancia, entre menos escolaridad tenga esta persona, menos preparada sea, más fácilmente cree en estas situaciones que son producto de la imaginación”, aseguró.
En cuento al componente educativo, declaró que hay padres de familia que han recurrido a los “espantos” incluso para corregir a sus hijos, al decirles “si te portas mal, te va a salir la sucia”, “te va a llevar el brujo o el viejo”.
Ignorancia, realidad o superstición, Venancio Bonilla declaró que en la calle principal de la colonia La Esperanza sale un hombre montado en un caballo rojo que todas las noches se acerca a una vivienda a pedirle cuentas al dueño porque no cumplió un pacto con el diablo.
Reyna Contreras dice que todos los viernes a las 12:00 de la noche en la colonia Miramesí sale un cortejo fúnebre donde unos hombres encapuchados vestidos de negro llevan un ataúd, y que los guía un perro negro grande con los ojos rojos y con cachos en la cabeza.