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'Me arriesgué, tomé el lienzo, los acrílicos y comencé a pintar”

No busca contar historias, sino retratar situaciones. Inició su carrera hace 30 años como retratista, después sintió la necesidad de expresarse de otra forma y encontró en el arte abstracto una manera de plasmar una pluralidad de significados.

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03.06.2012

Entrar a su casa da la sensación de estar en una exposición pictórica, donde el artista con toda la intención juega con el ambiente, las luces, los objetos y el espacio.

Así es el lugar íntimo de un pintor como Santos Arzú Quioto. Pero todo ese proceso evolutivo que lo ha llevado a ser un referente de la pintura abstracta en Honduras tuvo sus inicios en 1982.

Los retratos fueron el punto de partida de su obra, después se sumaron temas como la violencia, la crisis existencial, el anonimato que se vive en la urbanidad, la desconfianza y la realidad social del país.

Hoy, a 30 años de aquella primera exposición que presentó el 3 de junio en la Biblioteca Nacional, Santos Arzú Quioto ha experimentado, crecido e incursionado en diferentes áreas del arte plástico. Y en el marco de sus 30 años de trayectoria, que cumple hoy, el artista conversó con Siempre y estas son sus impresiones.

Cuando hizo su primera exposición, ¿qué expectativa tenía de ese proyecto? Fue una invitación de don César Rendón, en aquel entonces yo recién había salido del colegio, y él me propuso la exposición, y yo dije obviamente que sí. Y consideré que era un espacio interesante, no tanto dónde iba a ser, sino la posibilidad de poder presentar la obra.

¿Cómo era Santos Arzú como artista y cuál era su propuesta en aquel entonces? Realmente un principiante, un dibujante autodidacta. Prácticamente lo que hacía eran retratos al grafito, lo que me interesaban eran las expresiones, dibujar los rostros, los ojos sobre todo, y consideraba que era un reto dibujarlo.

Si le gustaba la pintura, ¿por qué no estudió algo relacionado con el arte? Pues la idea nunca fue ser artista directamente, sino más bien era como una especie de pasatiempo, el cual se fue perfeccionando, hasta que después poco a poco uno va descubriendo también que su temperamento artístico va más allá de una simple afición, es como un proceso.

¿Considera que al ser autodidacta estaba en desventaja? Estuve en los cursos nocturnos de bellas artes durante unos tres meses, después no tuve oportunidad de seguir. Sin embargo, conocí gente interesante como el profesor Ernesto Argueta, Víctor López, Rubén Valladares y Aníbal Cruz. El contacto con esta gente y su obra para mí fue un pilar realmente interesante, porque siempre seguimos en contacto.

Ahora, el ser autodidacta tiene sus ventajas y desventajas. La ventaja es que uno es libre para poder practicar, uno está desprejuiciado. Pienso que el autodidactismo ayuda a eso, que hay libertad de experimentación.

Hay limitantes en cuanto a cuestiones técnicas, que hay que hacer el doble de esfuerzo que si se estuviese en una escuela de arte, pero pienso que igual todo artista, o toda persona aunque está estudiando formalmente tiende a continuar con su estudio propio, si no, se queda estancado.

¿Cómo da el salto del retrato al abstracto? Utilizaba de soporte el papel, para mí eso y el grafito era fundamental, incluso hacía estudios con luz y sombra, violento digamos, y eso me gustaba.

Ya después quería expresarme de otra manera y sentí que el retrato o solamente la figura de manera explícita me estaba retrayendo en mi fase creativa, entonces decidí romper, quise hacer otra cosa.

Entonces me arriesgué, tomé el lienzo, los acrílicos, y empecé a leer y estudiar, visitaba asiduamente las exposiciones, y poco a poco me fui abstrayendo. Más adelante no solo eran los materiales sino el espacio, las paredes se convierten como en lienzos.

¿Cuánto tiempo pasó para que se diera ese cambio? Imperceptiblemente lo fui haciendo, pero la obra que considero que marcó un hito importante fue “Templo en ruinas” (1995), donde realmente se transformó todo el espacio como si fuera un templo. Pero no me interesaba que fuera una cuestión religiosa, sino un lugar donde la gente pudiese reflexionar, eran como estaciones diversas donde escribí sobre la obra.

¿Cuál era el enfoque de “Templo en ruinas”? Se llamó “Templo en ruinas” porque en aquel momento consideraba que estábamos y seguimos estando en una situación de violencia y que cada quien está a la defensiva. Entonces la persona normalmente, sobre todo en nuestro ambiente, está sujeta a la sospecha, aquí todos son culpables hasta que se demuestre la inocencia. Y ante una situación caótica, que por eso se llamó “Templo en ruinas”, siempre dejaba como una ventana en que no todo está perdido, pero para eso se necesita diálogo y capacidad de tolerancia, ahí estaba mi enfoque.

¿Antes de “Templo en ruinas” ya había abordado la temática social en otras pinturas? Lo hice más consciente en “Templo en ruinas”, aunque ya en otras obras a través de los retratos o las figuras sí trataba de incluir la cuestión social, pero no había como algo que lo conectara, como un núcleo digamos.

¿Para usted la pintura abstracta tiene límites? No, definitivamente que no, porque mucha de la obra tiene esa polisemia. Entonces la gente, dependiendo de su propia estructura, entorno y nivel de sensibilidad, hace sus propias lecturas. Yo manejo el concepto general o temático del proyecto, y lo planteo, pero de ahí las personas se engullen dentro de la obra, y eso lo permite la parte abstracta.

¿Por qué su gusto de hacer proyectos grandes con continuidad? Para mí la obra del artista no es un proyecto, si no todo lo que ha ido desarrollando. Cuando a mí me dicen ese artista es bueno o es malo, no va a ser ni por una pintura, ni por una exposición, tampoco va a ser por un proyecto, si no que para mí va a ser como el proyecto de vida del artista, entonces ahí es que uno puede ver la coherencia de lo que está planteando. Para mí es básico ver toda la dinámica, por eso es que guardo también todos los papeles, los recortes, escribo, reflexiono sobre la misma obra porque hay elementos recurrentes.

¿Registrar todo lo que hace en textos y documentos es solamente una costumbre o significa algo para usted? Es parte de la obra también, así como el ambiente y la iluminación no es algo accesorio sino que es parte fundamental de la obra. Para mí el registrar es parte del progreso del trabajo, desde que se visualiza hasta que termina.

Y como considero que todo el proyecto de vida del artista es su obra, entonces necesito ir escarbando porque hay elementos que los dejé en los años 90, porque uno no es unidireccional al momento de hacer un proyecto, hay muchas ideas que van surgiendo, pero hay unas ideas que son más compatibles que otras. Pero uno las deja como reposando, y después uno lo toma, así me pasó con “Exilium”, que desde 1999 había dejado flotando algo y después lo retomé hasta 2007 en “Los errantes”.

¿Por qué hace obras de gran formato, tienen algún significado? Generalmente la parte monumental siempre me ha llamado la atención, pero también el lienzo o el gran formato impacta definitivamente. Mi forma también de expresarme a través de la obra, necesito mucho aire, espacio para la parte gestual, esa es una. Me han llamado también la atención los polípticos, si la obra es pequeña en términos generales tiendo a agruparlos como si fueran cardumen. Entonces me siento cómodo trabajando con el formato grande, me puedo expresar mejor.

¿Valora su obra de manera diferente a como pudo haberlo hecho en un principio? Pienso que sí, porque siempre me interesa el experimento, experimentar con los materiales, me interesa ir evolucionando, no busco una fórmula de agradar a la gente, si no lo que me interesa es proponer y me interesa dialogar con el público.

¿Por qué es tan importante para usted el diálogo? Normalmente me gusta que las personas dialoguen con la obra de diferente forma. Se guíen ya sea a través de la textura, a través del formato, a través de los escritos que hago, pero no suelo explicar todo. En los proyectos no busco contar historias directamente, sino plantear una situación específica.

¿Hay algo que le inquiete y que todavía no haya desarrollado en sus pinturas? Pues sigo evolucionando, no descarto incursionar en otras cosas, utilizar la fotografía como recurso, incorporarlo a la obra, o video, o tecnología y aplicarlo de manera directa a la obra. Básicamente soy pintor, y eso lo tengo bien claro, pero eso no es limitante para utilizar otro tipo herramientas.

¿Está satisfecho con el desarrollo de su carrera? La verdad que no me quejo, estoy, en términos generales, contento, pero hay mucho que hacer, siempre hay reto y eso es lo que me gusta.

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