Honduras

Fabio Gadea Mantilla: Pancho Madrigal y sus 14 mil cuentos en la radiodifusión

EL HERALDO visitó a este folclórico personaje nicaragüense que a lo largo de 57 años ha entretenido
a su población con sus historias. ¿Qué pasó con Aniceto, doña Tula y don Pancracio? En esta entrevista, Gadea Mantilla nos habla de sus personajes y del papel histórico que han jugado en los numerosos programas

04.03.2017

Tegucigalpa, Honduras
Los cuentos de Pancho Madrigal difícilmente serán borrados de la mente de la población centroamericana.
Las generaciones pasan, pero los cuentos que comenzaron a divulgarse en 1959 siguen escuchándose en las radioemisoras de varios países del área, especialmente Nicaragua, donde vive su creador: Fabio Gadea Mantilla. él es todo un personaje.

Llegar hasta su oficina en Radio Corporación, en Managua, no fue tan difícil porque todo mundo lo conoce. Es un intelectual de respeto y admiración que a lo largo de su vida profesional ha creado nada menos que 14 mil cuentos.

EL HERALDO llegó hasta su pequeña oficina rodeada de fotos y reconocimientos.

¿Cuántos programas o cuentos ha hecho usted de Pancho Madrigal?
Más o menos unos 14 mil programas en 57 años. Son unos 14 mil libretos de Pancho, algunos los repito porque son muy lindos.

¿De dónde surge el nombre de Pancho Madrigal?
Pancho es un nombre muy popular en todas partes. Y Madrigal, a pesar de ser un apellido español, aquí hay mucho indígena con ese apellido, cerca de Managua. En las sierritas hay familias enteras que se llaman Madrigal y son indígenas. Entonces, de ahí salió el nombre de Pancho Madrigal.

¿Y esa música que presenta al programa, que lo caracteriza, usted la escogió?
Esa es “La mora limpia”, es una canción muy popular que la hizo un compositor que murió que se llamaba Justo Santos, que de casualidad lo mató un celador en el mercado. Él dejó esa canción que él interpretaba en guitarra. Esa es como un himno aquí, por todas partes se canta.

Honduras es un país muy lindo, Tegucigalpa por la noche
es como un nacimiento, cosa más linda”.

Fabio Gadea Mantilla


Y la canción que dice: “Y por la bruma del cafetal viene Pancho Madrigal”, ¿quién la canta?
Esa es hecha de Otto (de la Rocha). Esa me la dejó Otto cuando se fue. Él la canta, él es un gran compositor.

¿Aún conserva a sus compañeros como doña Tula, don Pancracio, Filiberto y el famoso Aniceto?
El elenco inicial se me murió. Se me han muerto tres o cuatro que son irreponibles (irreemplazables) como José Castillo Osejo, que hacía la voz de don Pancracio; se me murió doña Tula, ella se llamaba Marlene Arévalo; se murió Heriberto Gadea, mi hermano (Filberto); él cantaba, hacía de gringo, hacía de indio y de varios otros personajes. Aniceto se había ido antes, que es Otto de la Rocha, pero lo sustituí con Filipito, que se llamaba Fernando Cisneros, era muy bueno y se murió también.

¿Aniceto ya murió?
No, no, no. Está en la Radio Sandino.

¿Y quién hace el papel de moderador, el que lee el guión o relata los cuentos?
El primero, en 1959, fue Rodolfo Arana Sándigo, un gran actor. Cuando murió Rodolfo Arana Sándigo, vino Otto de la Rocha, que es el mismo Aniceto.

¿O sea que Otto de la Rocha hacía dos voces, el de lector del guión y el de Aniceto?
Sí, él hacía dos voces y en eso pasó 20 años. Él es bueno, muy bueno, brillante. Después vino la Revolución y se fue Otto, entonces puse a Roy Flores, quien se murió hace cinco años. Después de Roy puse a Fernando Cisneros y ahora tengo a un señor muy bueno que se llama Inesito Ruiz, un joven muy bueno.

El elenco inicial se me murió. Se me han muerto
tres o cuatro que son irreponibles (irreemplazables)”.

Autor de Pancho Madrigal


¿Cuándo escribió el famoso cuento “El velorio”, en el cual Aniceto y Filiberto se equivocaron de velorio y le estaban rezando al difunto equivocado? ¿Se acuerda?
Ja, ja, ja. No sé. Tantos que he escrito que se me enredan ya.

Don Fabio, ¿se siente usted complacido por haber entretenido durante 59 años a su pueblo y al de Centroamérica?
Viera cómo me quieren a mí en Honduras. Cuando yo viví un año ahí, me iba a la Virgencita de Suyapa, a la (iglesia) chiquita, no a la grandota, y ahí habían mujeres vendiendo elotes y cosas y ya me conocían y me regalaban elotes y otras cosas.