Opinión

Golpe de timón

Cuando está a punto de concluir 2011, un año difícil, pero al mismo tiempo esclarecedor, se convierte en un imperativo categórico que todos los hondureños, sin ambages, reconozcamos la gravedad de nuestra situación y, desde esa realidad, presionar y apoyar a la clase gobernante para que finalmente adopte acciones concretas y efectivas para enfrentar la crisis.

Por años hemos visto impasiblemente como quienes están en el poder -ya sea con malas decisiones, con la inacción total o con medidas orientadas solo a aparentar que están haciendo algo- han ido dando largas a la solución de los problemas, creando otros, y, en resumen, empeorándolo todo.

Pero este año que agoniza, al menos en lo que respecta a la inseguridad ciudadana, la situación se tornó tan crítica que nos permitió conocer, con traumática crudeza, que la Policía no solo es ineficiente en la lucha contra la criminalidad, sino que se ha convertido en parte de la misma.

Esto ha resultado doloroso, traumático; pero al mismo tiempo, admitir tan perturbadora realidad era indispensable para revertirla.

Desafortunadamente, desde el poder, tanto en este como en otros temas nacionales, se sigue sin tomar “el toro por los cuernos” y se actúa como se ha hecho siempre: poniendo “paños tibios”, emitiendo grandilocuentes mensajes sobre supuestas acciones y éxitos cuando en la realidad todo sigue igual o peor.

Es aquí donde la sociedad civil organizada en diversas formas y la ciudadanía en general tenemos una responsabilidad ineludible: cambiar la actitud gubernamental, mediante la presión directa y usando el poder del voto para colocar a los anteriores y actuales “dirigentes” dentro de “una clase política fallida… que fracasó”, como lo señaló ayer mismo la rectora de la UNAH, Julieta Castellanos.

No caigamos en el patrioterismo cerril y reconozcamos que necesitamos la ayuda de la comunidad internacional más que para cubrir los anuales déficit presupuestarios del gobierno o para entrenar policías, militares, jueces y fiscales.

Solo mediante el acompañamiento de organismos mundiales especializados sería posible una verdadera limpieza dentro de la Policía, al igual que la creación de una estructura efectiva contra la impunidad de los crímenes más emblemáticos como lo hace la CICIG de las Naciones Unidas en Guatemala.

Por supuesto, lo primero es reconocer que las cosas andan mal, que no se está haciendo nada extraordinario para mejorarlas y que por lo tanto, necesitamos un golpe de timón para evitar que la nave de la Nación siga su actual ruta hacia el acantilado.