Editorial

El impacto de cinco meses de inactividad económica es todavía incuantificable, aunque sus efectos devastadores son más que palpables para los miles de trabajadores que han sido suspendidos o cancelados de sus puestos de trabajo a lo largo de la misma y las empresas que se han visto obligadas a suspender o cerrar definitivamente sus operaciones.

Según un informe de la Secretaría del Trabajo entre marzo y junio, 912 empresas del sector formal de la economía presentaron una solicitud de suspensión de operaciones, lo que dejó sin trabajo a 126,881 trabajadores. En este informe no se incluye a las micro, pequeñas y medianas empresas, que generaban más de un millón de empleos directos, muchas de las cuales la situación los obligó a cerrar.

Las proyecciones son escalofriantes.

Representantes del sector privado avizoran que la contracción de la economía hondureña en 2020 será superior al 8% y los especialistas predicen que las cifras de la pobreza se incrementarán exponencialmente en países como Honduras, donde otros males ancestrales, como el de la corrupción en los sectores oficiales que desvía fondos públicos impunemente, han condenado a miles de personas a vivir en condiciones deplorables.

Salvar la economía es otro de los retos que se deben enfrentar hoy en día y en el cual deben trabajar y coincidir todos los actores de
la sociedad.

La reapertura de algunas operaciones comerciales desde ayer en varias regiones del país solo es un paso que redundará en beneficio de varios sectores económicos industriales y comerciales, pero eso no es suficiente.

Para enfrentar y superar la crisis en todas sus aristas, pero principalmente la sanitaria y económica, el país demanda del aporte de sus ciudadanos desde las diferentes instancias en las que se desempeñan, pero también de la responsabilidad de su gobierno y el buen manejo de la hacienda pública, y el compromiso de todos y cada uno de los sectores productivos. El compromiso y el sacrificio debe ser de todos y todas.