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¿Y ahora qué sucederá?

Quienes hemos dedicado algún tiempo a la planeación institucional, por experiencia conocemos que existe una gran diferencia entre lo que deseamos lograr y aquello que es factible conseguir, porque la dura realidad siempre termina imponiéndose.

Se acaba de cerrar el peor episodio de la historia política del país en New York, por lo cual es natural preguntarse: ¿y ahora qué sucederá? Primero abordaré lo que me agradaría que aconteciera, para luego detenerme a cavilar acerca de lo más probable que ocurra en una coyuntura socio-política como la hondureña.

Lo deseable sería que a nivel nacional se implementaran rectificaciones como las siguientes: 1) se refuerza la institucionalidad y confianza del ciudadano en sus instituciones judiciales, políticas y civiles; 2) los partidos políticos proceden a recomponer su actuación y renuevan sus cuadros dirigentes, dándole espacio a jóvenes decentes y capaces; 3) se afianza la independencia de los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo, dando lugar a una colaboración sana y libre de interferencias e imposiciones; 4) se adoptan medidas para que las Fuerzas Armadas de Honduras no sean contaminadas ni ensuciadas por el quehacer político; 5) se logran consensos mínimos entre el gobierno y la empresa privada para generar empleo, atraer inversión extranjera y lograr eficiencia del gasto en salud, educación e infraestructura; y 6) se producen las elecciones internas y generales más limpias de la historia del país.

Esas son demandas muy cercanas al contenido de una carta que un joven ya garrudo pero ingenuo le mandaría a San Nicolás en época de Navidad. Sin embargo, como el Polo Norte es tan frío y lejano, la carta se extraviaría en el camino o sería decomisada por algún duende malvado, sin que la misiva pudiera tener oportunidad de llegar a su destino.

Si los buenos deseos se pierden en el camino o son confiscados por un horrible Grinch, lo que se obtendrá son consecuencias como las siguientes: 1) la institucionalidad del Estado de Honduras se continuará deteriorando; 2) las dirigencias de los partidos políticos seguirán en las mismas manos, y por la ceguera de sus líderes, le cerrarán las puertas a los jóvenes capaces e íntegros; 3) continuará la intervención, influencia y dominio del poder ejecutivo sobre los otros poderes del Estado; 4) las Fuerzas Armadas del país se continuarán usando con finalidades políticas; 5) la brecha entre el gobierno y el sector empresarial se torna más amplia; y 6) se repetirán las elecciones estilo Honduras con el agravante de un gran abstencionismo.

¿Qué puede influir en el triunfo de un futuro aceptable y favorable para los hondureños? Únicamente una ciudadanía activa podría hacer realidad las peticiones o sueños de nuestro joven ingenuo. No cabe duda que las buenas personas son mayoría en Honduras, pero mientras no se movilicen y permitan que los espacios cívicos sean ocupados por gente intolerante, abusiva y vengativa, no se podrá cambiar la dirección de los vientos huracanados y tormentosos que amenazan a esta tierra de Morazán digna de mejor suerte.