Columnistas

Un país con ventanas rotas

El jueves pasado tuve la oportunidad de estar en una conferencia de la abogada Gabriela Castellanos, directora ejecutiva del CNA, en el Centro Universitario Guaymura. Aunque aún queda mucho por hacer, me llevé una grata impresión por los avances en el combate de la corrupción y el cambio de la conciencia ciudadana sobre este tema en los últimos años.

Mientras escuchaba detalles de algunos casos de corrupción vino a mi mente un artículo que leí en internet. Se trata de un estudio dirigido por el profesor Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford (EE UU).

El profesor hizo un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta el mismo color. Uno de estos vehículos lo dejó en el Bronx, para ese entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro vehículo en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. El auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Se llevaron todo lo aprovechable, y lo que no pudieron llevarse lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Una conclusión apresurada llevaría a atribuir a la pobreza las causas del delito. Sin embargo, el experimento en cuestión no terminó ahí. Los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto, California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo a la misma condición de deterioro y destrucción que el del barrio pobre.

Un vidrio roto transmite una idea de descuido, deterioro y despreocupación. Según los investigadores este defecto material destruye los códigos de convivencia; envía un mensaje de ausencia de ley, de normas y de reglas. Otros estudios mencionan que desde un punto de vista criminológico, los delitos son mayores en las zonas donde el descuido, la suciedad y el desorden son mayores. Si se rompe un vidrio de una ventana de una casa y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y corrupción generalizada, sin parecer importarle a nadie, se crean las condiciones ideales para que surjan y prosperen toda clase de problemas.

Aunque no lo parezca, la descomposición de la sociedad tiene mucho que ver con las ventanas rotas que permitimos. Es propio de la condición humana contar con algunas deficiencias. Lo que no deberíamos tolerar es el descuido y la irresponsabilidad de no repararlas cuando estas aparecen.

Los problemas en nuestro país son evidentes. Parecieran tantos que en ocasiones no sabemos por dónde comenzar. Podemos tener la postura de quedarnos en protestar, señalar los problemas y eso está bien para comenzar. Pero no es suficiente. Las cosas comenzarían a resolverse cuando tomáramos la decisión de formar parte de la solución. El cambio social que todos anhelamos debe comenzar con un cambio radical de nuestra parte. Reparar las ventanas rotas en nosotros y a nuestro alrededor antes que señalar las deficiencias y los problemas ajenos podría ser un punto de partida. Cuando trabajemos a fondo en esta tarea descubriremos que al mejorar nuestro entorno iremos cambiando poco a poco nuestro país.