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Un atraco osado y eficaz

Hace varios años leí en las noticias cómo un grupo de hombres armados, laborando en jornada nocturna, sometió a la impotencia al solitario guardia de un local comercial de una gasolinera en la zona norte, retirándose con un botín cuantioso. Los cacos no saquearon la máquina registradora -eso hubiera sido poca cosa- ni se llevaron el producto de la venta de combustible, pues ya había sido recolectado horas antes por una empresa protectora de valores.

Provistos de recursos logísticos motorizados (un camión), se robaron al menos un cuarto de millón de lempiras de un cajero automático, con todo y empaque, ya que se los llevaron con todo y armatoste. Los empleados del negocio suponen que los facinerosos conocían los horarios de recarga del aparato, por lo que se deduce, además del ingenio y la ambición, una buena planificación dado lo productivo de la operación al menos para los autores del atraco. Atreverse a organizar todo esto, y correr tanto riesgo, para descubrir que la máquina tenía poco en su interior hubiera sido un fiasco.

Las autoridades no tenían idea de quiénes habían cometido este hecho delictivo (a pesar que hay un retén policial cerca...). Es “destacable” la determinación de los delincuentes por llevarse a toda costa el “cajero”: los testigos afirman que la arrancaron de cuajo con ayuda de una soga que amarraron al camión, aprovechando que estaba débilmente fijada al piso. Por si fuera poco, el único vigilante del sitio portaba apenas un machete y las cámaras de seguridad habían dejado de grabar al llegar la medianoche.

Orondos, los amigos de lo ajeno se llevaron algo más: una botella de licor, que seguramente vaciaron para celebrar jubilosos su éxito.

Se afirma que en estos modernos tiempos, casi todo puede ser comprado y vendido. Objetos inanimados, seres vivos de los reinos animal y vegetal, productos de la creación humana o de la naturaleza, no hay cosa que escape a la posibilidad de convertirse en la propiedad de alguien. Y si puede poseerse, seguro puede robarse también.

Siempre me ha sorprendido la facilidad con que alguna gente toma lo que no le pertenece. Justificaciones sobran, desde las más temerarias y cínicas hasta las inocuas como la cleptomanía, verdadero trastorno de la conducta. Permitir que los hijos salten la cerca que separa su casa de la del vecino, para degustar los deliciosos mangos que crecen en un árbol del otro patio, es un buen debut para un futuro antisocial. Basta enterarse y no reprenderlo, tomándose el incidente a la ligera y dejar de conminarlo a ofrecer disculpas al dueño, mientras se comen ambos el producto del hurto, para incentivar la creencia de que no hay límites y todo puede poseerse por la vía más fácil, aun sobre la voluntad de sus verdaderos dueños.

En el atraco que hoy comentamos hubo osadía y eficacia. Los asaltantes aprovecharon fallas graves de seguridad, pero no dañaron a las personas ni causaron mayores destrozos (excepto por la precisa extracción del cajero).